Panorámica de Baynac, con su castillo en la cima |
Sí, esta crónica refleja un recorrido por la Dordoña, en la región
francesa de Nueva Aquitania. No obstante, empieza por una etapa previa,
fronteriza con España. Una escala en Bayona, la ciudad con su jamón propio, con
los minibuses eléctricos gratuitos que recorren su casco antiguo, sus
kilómetros de murallas o su imponente catedral, famosa por sus policromáticas
vidrieras y sus espigadas agujas de reloj.
Bayona |
Bayona está repleta de terrazas junto a su concurrido
mercado, en el que grandes carteles anuncian los próximos espectáculos taurinos.
Las gabarras que recorren el Adur, entre las coloridas viviendas colindantes al
citado río, o los puestos que se multiplican en su mercado ambulante sabatino,
con comida afgana o armenia, suponen un atractivo para turistas y caminantes
que afrontan el Camino de Santiago.
Y vamos ya a lo que nos ocupa, a la Dordoña, partiendo de
una base en la diminuta localidad de Saint Paul de Serres, en la casa de Joel y
Marilyn situada junto al bosque. A unos cien kilómetros al este de Burdeos y a algo
más de un centenar al norte de Agen. Esta pareja reside en Toulouse, a 250
kilómetros, y disfruta de sus fines de semana y vacaciones en su bucólica
alquería, en la cual han edificado un habitáculo para invitados con sus propias
manos e ingenio.
Estatua de Cyrano de Bergerac |
Primera panorámica. Sentados frente a la campiña, brindando
con sirope de frambuesa, degustando salchichón y contemplando cómo sus dos caballos pasean
ingiriendo toda la hierba fresca que encuentran en su camino. De ahí pasamos a Bergerac, localidad internacionalmente
conocida por la figura literaria de Cyranno. Dos grandes estatuas en el centro
recuerdan al galán de prominente nariz. Las calles de retazos medievales
desembocan en el puerto, donde se encuentran ancladas las gabarras turísticas.
El museo del vino ayuda a recopilar las principales características de los
afamados caldos de la zona.
Siguiente etapa: el
castillo de Bridoire, reconstruido por un trabajo en equipo comunitario de
los lugareños en los años noventa del pasado siglo. Se ha convertido en un
parque temático de juegos medievales, donde no faltan el lanzamiento de aro a
patos de madera, el tiro de arco, las carreras de sacos, el disparo de
catapultas y un largo etcétera de curiosas pruebas. Todo ello en el exterior
del castillo, como si de asediarlo con juegos se tratara.
El interior no atesora tanta historia, aunque sí una
laboriosa reconstrucción y un establo con cuatro caballos de diferentes tamaños
y procedencias a los que sacan a las tres de la tarde para lavarlos y explicar
a los visitantes sus características. Un pequeño restaurante con una carta
básica resuelve la comida, aunque mejor llevar picnic. La entrada a las
instalaciones cuesta nueve euros para los adultos y siete para niños.
La excursión la ampliamos con un paseo por Lanquais y un
baño en la playa fluvial –con bastante corriente, por cierto- de Limeuil. De
allí al mercado de domingo de verano de Montbazillac, con los bancos habilitados
ya abarrotados de vecinos comiendo los platos preparados que venden en el
citado mercado, como hamburguesas de canard. Cerramos jornada cenando en Manzac, en l´Estaminet, donde eliges
los ingredientes para tus pizzas.
Recorrido para romper el hechizo en Saint Armand |
Continuamos por la Dordoña. Hoy, hacia el noreste, a Saint Armand de Coly, con su
impresionante abadía que evoca la figura de San Armando y su retiro espiritual
en una cueva que se supone que se hallaba en el mismo lugar que en la
actualidad ocupa el templo. Esta población aparece en el listado de las 153 más
bellas de Francia, como nueve más de Dordoña. A diferencia de otras localidades
del entorno, apenas cuenta con visitantes, por lo que el tránsito resulta más
tranquilo y silencioso. La casa romana, el antiguo hospital y un curioso
recorrido por el bosque para superar las siete pruebas que permitirán romper el
hechizo de un hombre lobo aderezan la visita. Para pasar a la siguiente etapa
de este recorrido hace falta adivinar un enigma. El único mal recuerdo que me
llevo es la picadura de una avispa.
A continuación nos desplazamos a Montignac, municipio más
turístico, circundado por un río –como tantos otros en Francia- y con sus
correspondientes monumentos, aunque no tan atractivos como los de Saint Armand.
Seguimos a Saint Leon de Vèzère,
otro de los 153 pueblos más bonitos de Francia, con sus calles estrechas, sus
iglesias, su renombrada abadía y una extensa playa fluvial. Tan transitada esta
última que incluso un local cede mantas a sus clientes para hacer picnic en la
playa. En esta zona abunda el uso de canoas.
En toda la Dordoña se multiplican los cultivos de viñedo
(aquí me paro para recomendar el tinto Moulin Pouzy, un descubrimiento) y los
castillos de propiedad particular, muchos de los cuales organizan degustaciones
de sus propios vinos. Nosotros optamos por la alternativa de supermercado,
porque te permite elegir entre una gran variedad de vinos de Bergerac con una
gama de precios extensa.
Nos dirigimos a Sarlat,
hacia el sur, una localidad repleta de turistas recorriendo su sinuoso casco
antiguo medieval (con calles que terminan en restaurantes), con un curioso
mercado que destaca por sus enormes puertas metálicas diseñadas con estilo
ojival. Mejor aparcar alejado del centro.
Entrada al mercado de Sarlat |
Desde allí nos trasladamos a Beynac, a cuyo castillo y viviendas que lo bordean se accede tras
una prolongada y empinada ascensión peatonal. Entre los principales atractivos
de la fortaleza destacan el nombre de uno de sus conquistadores, Ricardo
Corazón de León. Algunos restaurantes en la larga rampa, colocados en salientes
de la montaña, ejercen de respiraderos. De este pueblo resalta, sobre todo, su
estampa, compuesta por un río, casas desde la orilla hasta la cima de la
montaña y, en la cúspide, el citado castillo.
Proseguimos a Domme,
con los aparcamientos exteriores llenos. Cogemos un tren turístico que nos
traslada desde allí hasta el centro de esta escarpada población con explicación
del itinerario, a seis euros la butaca. Destaca, principalmente, los artistas que
a lo largo de diferentes siglos decidieron instalarse en esta recogida
localidad, una especie de Carcassone en miniatura, con incontables tiendas
Seguimos por esta tierra fortificada, con castillos en cada
cima, como el de Castelanaud, uno de los más célebres, casi enfrentado al de
Beynac. Siempre por carreteras curvadas.
Y de tanta población masificada a una más tranquila, por lo
menos en el día de nuestra visita. En el noroeste. Se trata de Saint-Jean de Cole. Destaca su iglesia
románica con forma circular, su puente medieval y su castillo en reconstrucción
interna, aunque bien rehabilitado por fuera. Tiene un par de restaurantes con
terrazas y agradables sombras bajo sus árboles.
Desde Saint-Jean se accede con facilidad a Brântome, a practicar uno de los
deportes estivales más populares: el canoismo, a nueve euros por adulto los
cuatro kilómetros, con recorridos por un río tranquilo con alguna sorpresa en
el itinerario (cascada, playa fluvial, pequeño remolino…). Una enorme abadía –otra
más de las que proliferan en la región- sobresale en la localidad. Luego, a
Bourdeilles, con su también imponente castillo –a 8,7 euros la entradas- y con
una plaza junto a él rebautizada como “de la cerveza” en su traducción al español.
El epílogo a la jornada lo constituye el mercado estival
´gourmande´ de Perigueux, la
población principal de la Dordoñe. Más de 50 puestos de comida y decenas de tan
alargadas como abarrotadas mesas jalonas sus calles, con tres escenarios para
actuaciones musicales. Buen ambiente, mucha gente y a hacer disfrutar el
paladar mientras paseas por el casco antiguo medieval.
Mercado gourmande de Perigeuex |
Y para proliferación de puestos, aunque más de venta de
productos para ingerir en casa, los del merado de St-Astier, los jueves por la mañana. Todo tipo de alimentación en
calles, cómo no, aledañas a su castillo. Fresas estivales deliciosas,
frambuesas, extensa variedad de quesos o salchichón de nueces, higos, pato o
queso forman parte de su amplia oferta.
Desde allí a la visita guiada con cata posterior de ocho
vinos (dos blancos afrutados, tres tintos, un rosado y dos blancos dulzones) en
el castillo de Lasdesvignes, con su apuesta por la producción ecológica y su
exaltación de Bergerac y Cote de Bergerac. Luego, otro recorrido por guía, en
este caso en Badefols sur Dordogne y en una granja de elaboración de foie,
donde el propietario hace continuo hincapié en la excelencia e higiene de su
producto y en atenuar el sufrimiento de los animales que crían. Concluye con
una cata de tres foies.
El recorrido por la Dordoña resulta agradable aunque lento.
Debido a las carreteras sinuosas, hemos de calcular una media de un minuto el
kilómetro en coche. Por tanto, para llegar a un municipio situado a 60
kilómetros tardaremos, seguro, una hora. La gasolina supera el 1,50 euros la 95
sin plomo. No existe una empresa que la venda más barato aunque, en general,
supone un pequeño ahorro ponerla en gasolineras de supermercados.
Impagable crónica de la Dordoña, Hector. No conozco esta parte de Francia, pero gracias a lo bien que has trasladado tus vivencias, he sido capaz de visualizar el recorrido e incluso, de sentirlo.
ResponderEliminarMil gracias ��