Etiquetas

martes, 8 de noviembre de 2022

Crónicas ilicitanas (II)

Desayunamos con ciertas dificultades, ya que no quedan mesas libres en el comedor, e iniciamos el paseo por la ciudad. En mi caso, el segundo del día. La primera visita tiene como destino la oficina de turismo, que, a estas horas, las 11,30, ya está abierta. Nos explican que por ser domingo los museos municipales tienen entrada libre y gratuita, aunque cierran a las 14 horas, excepto el yacimiento de l´Alcúdia, que lo hace a las 15 horas.

Nos ponemos a la tarea. Primero recorremos el Museo Arqueológico, aunque ponemos más interés en contemplar el palacio que lo acoge, el de Altamira, haciendo el camino de la guardia por sus murallas y jugando una partida con un ajedrez gigante que se halla en su patio de armas. Desde ahí nos dirigimos a los baños árabes y, poco antes, a la torre de la Calahorra, con bastantes visitantes ambos, lo que genera que recorrer espacios tan reducidos resulte algo más complicado. En cualquier caso, como no nos sobra el tiempo, nuestro tránsito lo hacemos algo acelerado.



Retornamos al hotel para coger el coche (estamos a kilómetro y medio a pie más o menos de la basílica) y dirigirnos al yacimiento de l´Alcúdia. Cuando llegamos, a las 13,40, la vigilante de seguridad nos insiste en que las 14,30 cierran (teóricamente debería de ser a las 15 horas, según el horario oficial) y que se tarda dos horas en recorrerlo, con gesto claro de aconsejarnos implícitamente que no nos vale la pena.

Le insistimos en que queremos ver el lugar donde encontraron la Dama de Elche. Nos da un plano y le otorgamos prioridad absoluta a ese punto. Se trata de una visión simbólica, por supuesto. En ese lugar ahora emerge una bonita réplica (la original está alejada de su origen, en Madrid) elevada en una estructura construida para realzarla. 

Acabamos recorriendo prácticamente todo el trazado, casi vacío de público, para contemplar los restos de casas romanas, del aljibe, de las termas e incluso el museo. Con rapidez, desde luego.

Desde allí decidimos trasladarnos a Guardamar del Segura, una localidad que nos ha recomendado la persona que nos ha atendido en la oficina de turismo. Nos sorprendo un tramo de casas pegadas a la arena y a menos de una veintena de metros del mar. Quedan retazos de paseo marítimo, pero este no adquiere consistencia hasta la llamada Playa Centro, con restaurantes en la acera y chiringuitos en la arena. Nos sentamos en uno de cada de estos locales.



Después, para rematar la jornada, nos dirigimos hacia la desembocadura del río Segura. Para ello hemos de aparcar antes de la entrada del puerto, atravesar la lonja, cerrada a estas horas, y llegar hasta el final de las instalaciones, que nos frenan a escasos metros de donde el caudal fluvial se diluye en la inmensidad del Mediterráneo. Tomamos el camino de vuelta, que nos conduce entra las salinas de Santa Pola, y llegamos al hotel poco después de anochecer. Afrontamos el rato de pausa del día, de escritura y de lectura antes de la cena.

Puedes leer la crónica también en soloqueremosviajar.com pinchando este enlace


No hay comentarios:

Publicar un comentario