Esta mañana, en el paseo, descubro qué es la palmera pipa, porque me topo con las dos con el tronco más largo del palmeral. Se trata de un árbol inclinado hasta casi el punto de caerse si no tuviera un soporte, que en ambos casos es el tronco recortado de otra palmera. Transito entre caminos del palmeral que salen y entran del casco urbano.
Hoy, después del
desayuno, nos encaminamos a la etapa previa a nuestro destino de hoy: Santa
Pola. Nos cuesta aparcar, pero en cuanto lo hacemos y nos dirigimos al puerto
nos empiezan a gritar desde una de las casetas de venta de pasajes para los
catamaranes que se desplazan hasta Tabarca. ¡Va a salir ya! ¡Va a salir ya! nos
insisten.
Compramos los
billetes, a diez euros ida y vuelta, y subimos al barco que, cierto es, zarpa
de inmediata. Son poco más de las 11,30 horas y, tras un recorrido tranquilo,
nos plantamos en unos 25 minutos en la también conocida como Isla Plana, a poco
más de cuatro kilómetros del extremo de Santa Pola.
Y en Tabarca hacemos
algo que se quedó pendiente de una anterior visita en la que el sol chamuscaba
todo aquello que no estaba a la sombra: recorrer la isla -la más grande de la
Comunidad Valenciana- de este a oeste, por sus 1.800 metros de longitud.
Pasamos por la torre de San José, ante el cementerio, el faro (todo cerrado)
por sus playas repletas de algas secas y, después de asomarnos a un extremo,
nos dirigimos hacia el poblado. Hace pocos años andabas sobre gravilla; hoy ya
están las calles adecentadas y la muralla reconstruida. También han emergido
más casas y hoteles de planta baja y primer piso. El casco urbano ha sufrido su
metamorfosis turística.
Queríamos comer un
caldero tabarquino; no obstante, al observar su contundencia de gallina,
patatas, ñora... más una paella de arroz a banda, se nos quitan las ganas.
Demasiado contundente. Escogemos el restaurante más rural y alejado del foco
turístico que podemos: la Pecera, en la plaza Grande, y comemos fideuà, muy
sabrosa, por cierto.
El tiempo antes de que
salga el barco nos da para andar y desandar un tramo de isla. Después, nos toca
esperar una larga cola para subir en el catamarán de las 16,15, aunque sale
finalmente a las 16,30. El siguiente y último ya es el de las 17,45 horas.
Llegamos a Santa Pola
pasadas las cinco de la tarde, para recuperar el coche, volver al hotel,
coincidir allí con la plantilla del Elche CF que merienda antes del partido
contra el Getafe, y explorar el enorme outlet de zapatos del Parque Empresarial
de Elche, en Torrellano. Cena y a preparar el día siguiente.
Misteri d´Elx
El viaje va a tener el
mejor remate posible. En 2021, debido a las restricciones de la pandemia, o
precisamente para compensarlas, el Misteri d´Elx se celebró el 1 de noviembre
(su fecha habitual es 14 y 15 de
agosto). Este año se ha vuelto a repetir durante el fin de semana previo a
Todos los Santos y el citado primer día de noviembre se ha llevado a cabo la
Vespra, que, junto con la Festa, conforman esta celebración catalogada desde
hace algo más de una veintena de años como Patrimonio Inmaterial de la
Humanidad.
La basílica estaba
llena, que no abarrotada, para disfrutarlo. La Vespra comienza con la entrada
de una comitiva compuesta por la Virgen María, María Salomé y María Jacobe más
seis ángeles. Todos estos personajes están representados por niños, como ha
sido secularmente.
Entran en la iglesia y
entre cánticos desgarradores y peticiones, van atravesando el andador o
corredor en pendiente que lleva hasta el altar. Después se suman a estos
personajes los de San Juan, San Pedro y otros apóstoles. No obstante, las
apariciones estelares son, primero, la del denominado Ángel de la Granada, y,
después la del Ángel Mayor, que, con otros cuatro, desciende en la llamada
recélica desde el techo, pintado de cielo, de la basílica.
Con los cánticos, los
atuendos, la música y la iluminación generan un ambiente místico embriagador
que se alarga la más o menos hora y media que se prolonga el espectáculo.
Antes de marcharnos
pasamos junto a la Torre del Consejo, que data del siglo XV y que forma parte
en la actualidad del edificio del Ayuntamiento, y también descendemos hasta el
cauce peatonal, junto al escaso caudal del río Vinalopó, para dirigirnos al
tramo del Palmeral en el que se encuentra nuestro hotel. Dejamos Elche con la
sensación de haber completado un viaje casi redondo y de haber disfrutado de
una ciudad con múltiples encantos.
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