Continuamos hasta plantarnos ante el infinitamente fotografiado Moulin Rouge, no sin antes pasar, en nuestro descenso, por otro molino típico del barrio que ejerce de techado de un restaurante. Y, desde aquí, seguimos en dirección hacia el Louvre. Hoy nos hemos puesto un doble objetivo de grandes clásicos parisinos.
Eso sí, no estamos dispuestos a renunciar a
nuestros crepes. Lo logramos y con nota. Justo en la puerta principal del museo
hay un carrito que dirige un hombre vestido de capitán de navío del siglo
XVIII, con dos sables con los que repela la mantequilla.
Armado de un inagotable sentido del humor y
con unos precios bastante económicos (cuatro euros la gallete de queso y jamón
york y tres el crepe de nutella, que denomina Nutellix), nos permite disfrutar
de un descubrimiento curioso para anotar en nuestro periplo y de una agradable
elaboración para nuestro paladar.
Victoria de Samotracia |
Perfecto para adentrarnos en el museo con
nuestros tíques impresos y comprados para las 15 horas. Pasamos junto a la
Victoria de Samotracia y nos dirigimos hacia la tantas veces fotografiada y
grabada Mona Lisa o Gioconda, que siempre impresiona por su sonrisa y, sobre
todo, por su mirada, que o te ladeas mucho o parece que siempre te observa.
Nunca decepciona.
Como el museo en sí, vayas a la sala que
sea. En este caso me sorprende más la dedicada a la pintura española, con las
obras de Murillo o El Greco.
Salimos y ya está montada la protesta
diaria, lo que provoca que hayan cortado la salida hacia la que nos
desplazábamos y tengamos que dar más vuelta. Esto último es lo de menos; lo de
más, que han bloqueado la calle en la que tenía su carrito de crepes nuestro
capitán y ya no podremos saborearlos más. Otro hito que apuntar para la
siguiente visita a París.
Paseamos por el centro hasta la parada de
metro de Chatelet, donde subimos a la habitual línea 14 que nos desplaza en
dirección a Porte de Clichy, nuestro final de etapa por hallarse en las
cercanías de nuestro hotel.
Despedida con cruasán
El último día permite comprobar que, pese
al buen tiempo del que hemos disfrutado, en París sigue haciendo frío y
lloviendo con bastante asiduidad, y para saborear otros dos clásicos combinados
en desayuno: cruasán y omelette, la clásica tortilla francesa
que tiene un regusto especial.
Notre-Dame, en obras |
El viaje da para poco más. El regreso lo
hacemos vía el aeropuerto de Beauvais, lo que implica desplazarse en RER hasta
Porte de Maillot y, desde ahí, subir a uno de los autobuses que hacen el
trayecto en aproximadamente hora y veinte minutos por 16,90 euros si compras el
billete con anticipación.
Y así, con la sensación de que el
reencuentro con la añorada amiga ha resultado demasiado fugaz, concluye el
viaje y la crónica. Nos comprometemos a una cita que no se dilate tanto y que
nos permita dedicarnos más tiempo para ponernos al día y disfrutar de nuestros
recuerdos comunes. Y nos deseamos que no coincida con una nueva huelga de
recogida de basuras que afee la ciudad. Au revoir! O, mejor, À bientôt!
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