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martes, 3 de octubre de 2023

Hacer yoga y olvidarse de internet: desconexión en un hotel de la sierra de Espadán

 Sin conexión a internet  ni cobertura de móvil. Ni tan siquiera televisión en las habitaciones. No se trata de una reclusión o de llevar una vida de eremita, sino de disfrutar de una desconexión en la sierra de Espadán, en la provincia de Castellón.


Esta búsqueda de relajación, reposo o calma interior la ofrece con una cómoda austeridad el complejo autosuficiente Mar de Fulles, ubicado en el término municipal de Alfondeguilla aunque casi situado montaña a través, a algo más de dos kilómetros del casco urbano de la citada población.

Aunque lo abrió hace ocho años tuvo que dedicar bastante más tiempo Juan Manuel Urbán, director del proyecto, a gestarlo. Para empezar, compró una amplia extensión de monte que negoció con casi una veintena de propietarios. “Teníamos muy clara la ubicación por la cercanía a Valencia y a la playa y porque disponemos de todo el sol de la Comunidad Valenciana”, explica el orgulloso propietario.

Su objetivo consistía en darle una nueva vida a ese espacio. Y tanto lo hizo que ha aglutinado un bosque de 150 kilómetros cuadrados con rutas propias dentro del denominado Arbolado Singular. Incluye parada en una yurta, aunque en ese tema ya ahondaremos más adelante.


La nueva reformulación diseñada se basa en la autosuficiencia, tanto energética – el techo del alojamiento se halla recubierto de placas solares- e hídrica -con su propio suministro de agua y servicio en botellas de cristal-, como alimentaria, con sus huertos en los que planta desde berenjenas y calabacines hasta verbena o piparra.

También –y esa misión fundamental se observa en cada detalle- en proporcionar descanso. Si no lograra inspirar a Salicio y Nemoroso, los pastores literarios de Garcilaso de la Vega que representan el bucolismo, poco le faltaría.

Una piscina con tumbonas constituye la aportación más estival. La rural la representan las decenas de hamacas y de bancos de madera diseminados por todo el recinto y sus alrededores para sentarse en cualquiera de ellos y disfrutar de la panorámica, del piar de los pájaros que aportan armonía al entorno, del manto de estrellas que envuelve la mirada durante la noche o, sobre todo, de la ya extraña sensación de que nada va a interrumpir el momento. O el rato. Ni mensajes de whatsapp ni llamada de móviles.

El hotel también está configurado como una sucesión de habitaciones en planta baja que dan todas al exterior, con vistas a la sierra, y que cada una recibe el nombre de un árbol. En la entrada del porche un ejemplar de ese árbol (membrillo, manzano, ciruelo…) ilustra in situ sobre esa variedad. También consta el complejo de un albergue para 40 personas.

Y dispone de salas destinadas a yoga, como la antes citada yurta, tan vinculada a la estepa mongola. Porque una de las cuestiones por las que ha adquirido relevancia Mar de Fulles es por sus retiros yóguicos. “También nos buscan mucho empresa para encuentros o convivencias entre trabajadores de una misma empresa”, explica Urbán. En estos casos especiales sí que les habilitan conexión a internet.



Del mismo modo existe un desplazamiento constante a este lugar con el fin de disfrutar de su menú elaborado con productos propios o “de proximidad” para comer con vistas a la sierra. Cuenta con la ventaja de su ubicación, a unos 45 minutos en coche de la ciudad de Valencia y a alrededor de 15 kilómetros de la playa de Moncófar, que permite acceder con relativa facilidad después de entrar desde la carretera por un camino allanado que desemboca en el complejo de Mar de Fulles.

El aceite de la variedad autóctona Serrana emerge como uno de sus alicientes, con cata comparativa del verde de recién comenzada la cosecha y del de final de esta. O su vino Mar de Fulles, elaborado ex profeso por bodega Vegalfaro con Garnacha y Tempranillo. Caben 70 comensales en el espacio acondicionado para degustar elaboraciones con pato, bacalao o pulpo como alimentos principales.

La confección culinaria también corre a cargo de Urbán y su equipo. Ocurre como con el resto del complejo. Todo se basa en la autoabastecimiento, de modo que nada falte en este remanso de paz ubicado en la sierra de Espadán, cerca del mar, pero en la montaña.

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