Viajar en un vuelo de dos butacas por lado y de un total cien plazas en temporada alta resulta una experiencia casi inaudita en 2024. Transforma el desplazamiento y lo convierte en algo familiar.
Y todavía más cuando al aterrizar la comandante de este vuelo IB 8544 operado por Air Nostrum pide al
pasaje que no se levante a recoger la maleta hasta que no se mueva la fila y lo
hagan los pasajeros de delante. Así se evita esa tensión tan absurda como
habitual que provoca diez minutos de apretujones en el pasillo desde que el
avión se posa en el aeropuerto de destino hasta que abren sus compuertas. Para
mejorar el flujo, en este vuelo de Air Nostrum de Valencia a La Palma las
azafatas van avisando a los componentes de cada fila de cuándo tiene que
levantarse.
De nuevo alquiler con una de las compañías que mejor trabaja
en la cesión de vehículos, la canaria Cicar. Y de ahí al sur de la isla bonita,
volcánica, platanera, montañosa o el calificativo que se prefiera para
identificar a La Palma.
Cuesta encontrar su encanto monumental paseando por sus
calles peatonales hasta la iglesia. Junto a ella se ubica la oficina de
turismo, que la dirige una solícita informadora que nos habla de la casa
Massieu, del siglo XVII, como de las más antiguas de la isla que sigue en pie.
Únicamente puede observarse desde fuera, aunque su llamativo dintel avala su
señorío. Muy cerca se encuentran los museos del mojo (la rica salsa canaria,
como recuerda el célebre estribillo) y del plátano.
No obstante, frente a estas representaciones del pasado arquitectónico, la agricultura y la gastronomía emerge la tragedia reciente, la erupción del volcán Tajogaite, que ha metamorfoseado el paisaje, del verde de plataneros y bosque se ha pasado al marrón oscuro de rescoldos de lava.
De hecho, la carretera regional por la que nos hemos
desplazado está cortada de cuajo y nos obliga a desviarnos por una nueva ruta y
entre vías más costeras. Impresionan la lengua de lava principal y sus
bifurcaciones. Y contemplar los restos de algunas casas inundadas de los
efluvios del volcán.
Antes de abandonar esta zona nos desplazamos a Los Llanos de Aridane, el municipio más poblado de la isla con poco más de 20.000 habitantes del total de alrededor de 80.000 que residen en esta parte de la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Parece que todo el tráfico del área se congrega en la ciudad, que da para recorrer su arteria principal peatonal, con sus ejemplos de casas históricas típicas canarias.
No tardamos mucho en marcharnos de vuelta al sur al kiosco
(en Valencia solemos utilizar la denominación de chiringuito para estos locales
playeros) de La Zamora Chica, donde degustamos papas con mojo (verde en este
caso) y un pescado conocido como Viaje, bastante jugoso.
Nuevo día y recorrido intenso por cráteres, una de las
actividades más recurrentes y singulares en La Palma. Andamos por la zona de
Cumbre Vieja -tristemente famosa por la erupción de 2021- y nos trasladamos,
después de ascender desde el litoral sobre el que se extiende nuestro hotel hasta
la cima montañosa por la que discurre la carretera principal de la parte oeste
de la isla, hasta el volcán de San Antonio.
Cuesta ocho euros la entrada y además de un video de cinco minutos y una completa explicación sobre qué es un volcán, los tipos que hay o las consecuencias de la erupción de 2021, ofrece la peculiar experiencia de sentir movimientos sísmicos. Para conseguirlo ha habilitado un espacio de gravilla junto al centro de visitantes en el que basta posarse para sentir algo más que un tembleque de la tierra.
Y desde ese punto se inicia el recorrido por un lateral del
cráter hasta la cima del volcán de San Antonio. No se puede circunvalar. La
senda únicamente lleva hasta el punto elevado más orientado al sur desde el que
dicen que puede contemplarse la isla de la Gomera. No ha sido nuestro caso.
Impresiona, eso sí, observar el interior del cráter entre restos de lava y la
vegetación emergiendo.
Desde esa cima también se puede atisbar la nueva zona de
lava de la erupción del volcán Teneguía, en 1971, la que califican como la
parte más joven de España. Una larga senda lo recorre hasta el Faro para lo que
atraviesa una distancia de casi seis kilómetros.
Tanto no vamos a afrontar, pero una parte del camino, sí. No
obstante, lo hacemos desde aproximadamente un kilómetro en coche más abajo,
junto a la localidad de Los Canarios. Se aparca el coche en un recodo de la
carretera principal porque en la amplia pista está prohibido circular con
vehículo.
Primero caminamos 1,1 kilómetros, hasta un desvío en bajada
pronunciada que lleva al Roque de Teneguía y que requiere atravesar 400 metros.
Con un ambiente tórrido como incómodo acompañante, descendemos y volvemos a
ascender. Bordeamos lo que aparenta su cráter y parte del espacio moldeado por
su lava. Y desandamos hasta nuestro coche.
Sedientos, decidimos desviarnos por la señal en la que pone ´El Quinto Pino’, denominación de una pizzería con preciosas vistas para llegar hasta la cual hace falta superar una empinada -de nuevo apropiado el nombre del local- cuesta. Buena comida a precio asequible y agradable música pop para amenizar.
De la panorámica no podemos decir demasiado, porque las tres
mesas situadas junto a la pared desde las que se puede atisbar ya estaban
ocupadas. Y así termina la jornada turística, el resto del día lo dedicamos más
a otras de las posibilidades canarias, sol y chapuzones.
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