“¿Cuál es la capital de Eritrea?”. “Asmara”, responde al instante el interlocutor telefónico. “Ya os dije que lo sabría”, explica, acto seguido, el interrogador a un grupo de supuestos compañeros. El anuncio radiofónico concluye con una glosa a la competencia de los teleoperadores del banco que ha contratado esa cuña.
El publicista ha sabido echar sal en una herida que nos escuece especialmente a los consumidores: la continua falta de profesionalidad en la atención telefónica. No resulta general, pero sí habitual.
Estamos hartos de llamar a números que comienzan por 902 –con lo que disparan nuestra factura- y toparnos con personas que ni entienden ni escuchan lo que les explicamos. Se limitan a hacer que corran los minutos y a pasarnos de un departamento a otro. Este irresponsable servicio resulta insostenible en un mercado tan competitivo como el actual.
Imagen tomada de putzmeister.com
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