Hoy es su gran día. A las ocho de la mañana inicia un recorrido, una especie de peregrinación, que concluirá sobre la medianoche. Como cada año, atravesará Valencia a pie para contemplar, una a una, cada falla de Sección Especial, de 1ª A y de 1ª B. Acabará reventado pero con la satisfacción íntima de haber superado un reto.
Está inscrito en su correspondiente comisión y anualmente lo escogen como jurado de alguna relevante categoría. Pero, por encima de la pasión, en su mente prima la observación. Vive la fiesta fallera como un espectador del arte. Valora la estética. Petardos y buñuelos le chirrían. Su atención se focaliza en los monumentos.
Ahora andará recorriendo, a grandes zancadas, las calles con las fallas más destacadas. Resulta fácil distinguirlo. Pelo negro, metro noventa y un pañuelo en la mano izquierda con el que constantemente seca el sudor de su frente.
Este artículo, firmado por mí, lo ha publicado hoy la edición valenciana de 20 minutos. Se puede consultar en la edición impresa repartida en las calles o buscando en la web la edición impresa. Está dedicado a un buen amigo enamorado impenitente y objetivo de la fiesta fallera
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