La afición por correr, la predisposición a practicar
deporte, trasciende las estaciones del año y los lugares visitados. El corredor
popular empedernido (ya no hablo del profesional, que por supuesto que lo hace)
suele llevar a sus viajes su pantalón de atletismo, su camiseta de elastano,
sus calcetines a la altura del tobillo y las zapatillas específicas de su marca
de confianza. Ocupan poco en la maleta y resultan de enorme utilidad. Ya sea
por trabajo o por ocio, cuando se desplaza aprovecha ratos sueltos para dar una
carrera.
¿A que apetece lanzarse a correr por esta pradera? O, por lo menos, a pasear |
Recorrer a una velocidad de cinco minutos el kilómetro un
municipio o un paraje natural desconocido constituye una forma idónea de
explorarlos. Una carrera de una hora
permite atravesar 12 kilómetros de montaña, huertos, montículos, bosques,
calles, rutas turísticas, sendas forestales y un largo etcétera. Llevarla a
cabo a primera hora de la mañana, antes de explorar la ciudad o la comarca a
visitar, posibilita descubrir lugares interesantes en los que incidir más
tarde, descartar otros y, sobre todo, investigar el terreno que se va a pisar.
También ofrece la oportunidad de disfrutar del amanecer en
los espacios más dispares o en ciudades de las que vas a marcharte en unas
horas y que posiblemente no podrías ni observar por encima si no fuera con una
carrera rápida y matutina. Recuerdo al respecto un viaje de trabajo a la
fábrica de Bayer, en las proximidades de la urbe alemana de Leverkusen. Los
organizadores contemplaban una estancia centrada exclusivamente en el entorno
industrial. Una escapada rápida en una apretada agenda me permitió llegar al
epicentro urbano de Leverkusen. No contenía detalles especiales, pero por lo
menos lo vi.
También guardo en mi mente con añoranza el alba en las
colinas de la localidad neozelandesa de Martinborough, atravesando una
carretera comarcal desierta rodeada de cientos de ovejas pastando. O la
horadada Capadocia, en el centro de Turquía, con decenas de enormes globos
sobrevolando la región para que sus pasajeros disfrutaran del amanecer mientras
yo ascendía paso a paso algunos de sus montículos. O el concurrido Mall de
Washington, en USA, con decenas de corredores populares desplazándose desde la estatua
en homenaje a Lincoln hasta el Capitolio. En fin, preciosos instantes que la
vida y la práctica deportiva me han proporcionado.
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