“Si me das un canal de televisión no necesitaremos una
revolución”. Esta frase, proferida por Amini Baraka, poeta y crítico musical
estadounidense, se convirtió en uno de los lemas del movimiento por la igualdad
de los afroamericanos en USA. También puede reflejar con meridiana claridad la
importancia que le otorgan los habitantes de este país a los medios de
comunicación en general y a la televisión en particular.
En Estados Unidos el denominado ciudadano medio ansía
disponer de información. Tanto que los clásicos telediarios con tertulia
incorporada, la cobertura de los temas de actualidad y la proliferación de
conexiones ocupan con total naturalidad las franjas horarias de máxima
audiencia, esas que en España parecen destinadas únicamente a concursos,
programas de chismorreos, series y fútbol.
En los días previos al 2 de agosto, cuando Estados Unidos de América se
enfrentaba a una posible paralización del país por la falta de acuerdo en el
Congreso para aumentar el techo de la deuda, cualquier canal que conectaras,
daba igual la hora, abordaba este tema con todo lujo de detalles. Además, las
comparecencias del presidente Obama llegaron a ser incluso diarias en las
últimas jornadas.
Fachada del diario The Washington Post, en la capital de USA |
En España la situación, en cuestiones como el desempleo,
resulta mucho más dramática, pero no nos topamos con continuos debates sobre
cómo afrontar la situación, qué opina el presidente del Gobierno o qué piensan
hacer los agentes sociales. Queda para el telediario, el resto del tiempo
optamos por programas más evasivos.
En todo caso, que se produzca mayor cobertura televisiva no
quiere decir que ésta resulte de más calidad. Existe un exceso de protagonismo
y de personalismo por parte de muchos presentadores, que tratan de aportar su
nota distintiva con bromas, gesticulaciones excesivas o sermones fuera de
lugar. No ciñéndose al rigor. Por lo menos para mi gusto.
La necesidad de información se observa también en la
proliferación de prensa en castellano. En Washington, el eje político del país,
abunda, sobre todo en formato gratuito y disponible en los dispensadores
callejeros. Podemos encontrar desde medios con un perfil más serio, como el
Washington Hispanic, hasta otros que mezclan cuestiones políticas que afectan a
su clientela en USA (la ´green card´) con el inevitable y destacado seguimiento
de la maltrecha relación entre Marc Anthony y Jennifer López. Me refiero a ElTiempo Latino, una publicación de The Washington Post.
Compiten, por ejemplo, con un semanal como El Pregonero,
dirigido por Rafael Berrocal y editado directamente por la iglesia católica. La
información religiosa y social abunda en sus páginas. Ese tinte social también
lo aplica El Diario, medio de pago de cierto prestigio en Nueva York que
compite en esta ciudad, por ejemplo, con El Especialito, un semanario con ediciones
propias para El Bronx, Brooklyn, El Barrio, Lower East Side, West Side,
Washington Heights y Jackson Heights.
La firma del periodista
Son solo algunas pinceladas. La situación de los medios de
comunicación en USA resulta un tema demasiado exhaustivo como para abordarlo en
profundidad en esta escueta columna y sin una pormenorizada investigación
previa. No obstante, sí que quería compartir alguna observación, como las
anteriores. También destacar que el periodista por sí mismo, la firma, tiene
cada vez más valor, por encima en muchos casos del medio en el que trabaja el
profesional. Ahí está el inequívoco ejemplo de Oprah Winfrey. La tendencia va a
más y no únicamente en USA. Por eso todos nos hemos de esmerar en revalorizar
nuestro trabajo que es, al fin y al cabo, nuestra impronta, el rastro que
dejamos y la cosecha que sembramos.
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