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sábado, 10 de enero de 2015

De paso por Consuegra



















El municipio manchego de Consuegra,   ubicado en la provincia de Toledo, despunta por sus clásicos molinos quijotescos y por su castillo de La Muela. Este último mantiene el estilo de otras fortalezas de órdenes religiosas, con varios recintos amuralladas, cada uno en el interior del otro o de los otros, y con una iglesia o ermita en la cúspide.

La rehabilitación que ha experimentado el castillo de La Muela permite realizar una interesante visita, pasear por gran parte de sus dependencias y disfrutar de las vistas de la llanura. Me recuerda, por su tamaño, diseño de construcción y el control que ejerce sobre su entorno, al de Calatrava La Nueva. En este último caso, las visitas guiadas permitían comprender cómo vivieron sus moradores medievales. En lo que respecta al castillo de La Muela, existen algunas placas ilustrativas. Poco más. No suficientes para tratar de revivir mentalmente la vitalidad que tuvo la fortaleza.

Desde luego, una de sus grandes singularidades consiste en que está sitiado por molinos. Sí, los célebres y clásicos molinos de harina que embistió Don Quijote por arte y letra de Miguel de Cervantes. Pasear la vista por un panorama compuesto por llanuras, molinos y, erguido sobre ellos, un castillo, impacta. Muy recomendable.

No tanto la visita a los molinos. Alguno reconvertido en tienda, la inmensa mayoría tiene su puerta cerrada. La oficina de turismo sí que ofrece (previo pago de cuatro euros, que es el precio de la entrada conjunta a castillo y molinos) visitar el suyo propio, donde está ubicada. Sí, algunas placas explicativas y la recreación del mecanismo. Poco más. Suficiente, eso sí, para hacerse una idea.
Y la grata sorpresa de Consuegra ha consistido en contemplar su Belén viviente. En este caso, el belén consistía en todo el pueblo de Belén y no únicamente en el nacimiento. Tiendas, herrería, cuadras,..., decenas de vecinos, ataviados por con los ropajes propios de esa época, se han implicado en este proyecto y dan vida a lo que pudo ser el entorno donde nació Jesús.
Durante cuatro días (finales de diciembre-principio de enero, como resulta lógico), en jornadas de mañana y tarde, disfrutan y hacen disfrutar a los visitantes. Tanto con su contemplación como con la compra de algunos exquisitos productos que ofrecen.




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