Etiquetas

miércoles, 7 de septiembre de 2022

Por el Camino de Santiago Portugués Central (II): Oporto-Sao Miguel

Comenzamos el recorrido de hoy, que se alargará unos 36 kilómetros, en la céntrica calle peatonal Cedofeita. En las guías dicen que el Camino está bien señalizado. La realidad, principalmente al inicio, nos demuestra lo contrario. Y, sobre todo, en la oscuridad. Existe una manifiesta escasez de indicaciones, tanto de conchas azules o en el suelo como de flechas amarillas. 

En algún sitio, como cuando llegas a la capilla de Ramada Alta, si no te guías por la especializada web Gronze resulta casi imposible saber que hay que voltear el templo y continuar por una calle posterior.



Los primeros nueve kilómetros, hasta Araújo, transcurren entre búsqueda de flechas y trasiego por espacios periféricos y aledaños de Oporto. Casi siempre por calles adoquinadas, en las que la pisada no es homogénea, lo que empeora lesiones como la de mi rodilla derecha. Es lo que hay. Cuando un peregrino se lanza a recorrer el Camino nunca sabe lo que le espera y ha de afrontarlo con espíritu alegre y resignado a la par. O eso pienso.

Más tarde que pronto conseguimos salir del entorno de Oporto y empezar a disfrutar del tránsito por pequeños municipios. No encontraremos una sola fuente y nos cruzamos con pocos locales para repostar agua o para comer. Nos paramos en un par de panaderías y compramos el clásico bocadillo, en sus variadas formas, de jamón con queso y pan blando.

Entre los lugares con encanto con los que ya nos vamos empezando a topar destacaría el monasterio de Vairao, un remanso de paz que hace las veces de albergue. Alertado por el jardinero, baja uno de los encargados a estamparnos su sello en la credencial de peregrino. Y lo agrademos. Se trata de uno de esos sellos con empaque, que ocupa dos casillas y que destaca por su diseño. En una aldea ya pasada nos hemos autocuñado en una especie de buzón, en un lateral de la carretera, con sello y tinta que invitaba a utilizarlo.

Entre caminos de adoquines, estrecha carretera nacional y algunos trechos (por fortuna cada vez más) de arbolado, seguimos avanzando. Se nos van a hacer las dos de la tarde (ocho horas ya de camino) y buscamos algún sitio para comer en un trayecto en el que apenas existen bares. Al final nos vemos abocados a ingerir (nos dice que es lo único que nos puede servir) un nuevo bocadillito de jamón con queso en una cafetería regentada por una singular anciana cuya clientela son todo hombres del lugar bebiendo cerveza. Cada cinco minutos se suma uno nuevo al grupo.



Ya nos queda poco para Sao Miguel de Arcos, el pequeño pueblo donde tenemos el alojamiento. Pilgrim, la agencia que suelo contratar para reservar de albergues (no me gusta ir a la aventura de buscar donde dormir cada noche) y para que gestione traslado de maletas entre etapas (voy con una pequeña mochila a la espalda con lo justo para andar) ha preferido alargarnos el recorrido del primer día. En lugar de terminar en Vilarinho -ruta oficial- y hacer poco más de 26 kilómetros lo ha llevado hasta Sao Miguel, de manera que completaremos 36. Bueno, mañana lo compensaremos con una etapa más corta. 

Apenas hemos visto a seis peregrinos en todo el trayecto. No se percibe el ambiente que, por ejemplo, disfrutamos el pasado año en la provincia de León, donde todos los municipios parecen volcados con el Camino y sus andarines. Aquí únicamente un ciclista nos ha obsequiado con la clásica expresión de "buen camino". Como dice mi amigo peregrino "en este tramo la gente ve al peregrino como un turista más, como un consumidor al que vender su producto, sin ningún otro matiz". Falta la magia.

De momento hoy estaremos en una habitación doble en un chalé. Nos ofrece la dueña un masaje con un profesional, algo excesivamente tentador para un peregrino después de terminar una etapa intensa. La vivienda cuenta con una tranquilo jardín donde relajarse igualmente, lugar que me sirve de entorno para escribir estas líneas. Y a las siete de la tarde, la cena. Hoy espero dormir.

 

Cenamos en la casa de sao Miguel un menú que nos prepara la propietaria a base de melón con jamón, sopa de verduras y pollo al horno. Después de un paseo por el reducido casco urbano, donde destacan la quinta con el nombre del lugar y el cementerio pegado a la iglesia con sus elevados panteones, llega el momento de acostarse.

Crónica viajera reproducida también en www.soloqueremosviajar.com. Pincha este enlace para leer el artículo

No hay comentarios:

Publicar un comentario