Una carretera de menos de unos mil metros enlaza Portland con Inglaterra. Este islote reconvertido en península se expande por apenas seis kilómetros de largo y poco más de dos de ancho. Su mayor encanto lo constituyen los cuatro castillos del siglo XIX que protegían este tramo costero y que ahora se ha convertido en reclamo para los visitantes. En lugar de enemigos, en la actualidad los rodean zonas ajardinadas.
Se trata de uno de esos lugares que no visitarías si no
fuera por una ocasión muy singular. En este caso, se trata de un recorrido de
unas pocas horas que nos permite subir a North Fort por una diminuta playa
atiborrada de algas y que ofrece la posibilidad de contemplar desde la ciudad
una vertiente del Canal de la Mancha para descender por su bahía principal y
adentrarnos en el casco urbano.
Un busto real y una réplica del reloj de Londres presiden sus arterias peatonales principales, aunque su zona de ocio más concurrida se extiende alrededor de su puente levadizo, donde se practica la pesca de cangrejo con red, para depositarlos durante unos minutos en un cubo con agua marina y devolverlos a su hábitat atlántico poco después.