Su nombre desvela gran parte de su singularidad. El Mirador, restaurante y local de eventos, se eleva a mitad del cerro que culmina el famoso castillo de origen romano de Sagunto. Se sitúa, en la práctica, entre la fortificación y el casco urbano de esta populosa localidad del norte de la provincia de Valencia. Ese lugar lo convierte en atalaya y le otorga una amplia panorámica de interior y de costa casi hasta la capital.
No siempre ha sido así. Al contrario, ese espacio lo ocupaba con anterioridad una nave industrial. Con ella se encontró Santiago Belmonte, propietario de El Mirador, cuando en su mente bullía ir más allá del proyecto de franquicias de Ferrocarril 1870, una red de cafeterías que se extendió a la provincia de Castellón. Supuso la experiencia inicial de Belmonte en el sector de la hostelería.Una vez convencido de que el espacio adecuado para
abrir su nuevo local lo constituía este tramo que entremezcla naves y
unifamiliares en la entrada de Sagunto desde Valencia, se puso manos a la obra.
Reformó toda la nave, la convirtió en restaurante y fue progresivamente ampliándolo.
De este modo expandió el comedor, cambió las paredes
para instalar amplias cristaleras que permitieran contemplar la panorámica de
las playas de El Puig, La Pobla de Farnals o Alboraya casi desde cualquier mesa
y creó uno de los espacios más apetecibles para aposentarse: la zona ajardinada
de la entrada, con sus sillones y palmeras, su carpa para bodas y la sombra del
castillo. Porque sentado en ese lugar se disfruta de una privilegiada y cercana
vista de la vasta muralla.
El Mirador da a los dos lados. Por su vertiente sur se
contempla las playas, y por la norte, el terraplén, que, entre chumberas y otro
tipo de plantas de tierras secas, se eleva hasta la fortaleza.
En su otra vida laboral Santiago Belmonte instalaba
toldos; ahora organiza y acoge todo tipo de eventos, desde los habituales de
bodas (actuales, de plata o de oro) hasta premios periodísticos o encuentros
empresariales, sin escatimar cumpleaños de todas las edades. Para ello dispone
de un amplio aparcamiento porque a su local resulta casi necesario desplazarse
en vehículo. Se halla a poco más de 20 kilómetros de la ciudad de Valencia y en
los arrabales sureños de Sagunto.
Además de eventos ofrece un restaurante de amplia y
abierta superficie que llena los fines de semana. La ingesta se basa en un menú
con cuatro entrantes elaborados a base de recetas singulares propias de la casa
y un plato principal de un repertorio que siempre suele incluir alguna
especialidad de arroz meloso.
Junto a la calidad de su producción y la destacada ubicación,
el amplio espacio dedicado a niños y la atención esmerada del propietario y su
equipo constituyen otras de sus principales bazas. Sin olvidar la decoración,
en la que no desdeña elementos propios de las estaciones de ferrocarril del
siglo XIX que entremezcla con un piano o con fotografías de diferentes épocas.
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