Hoy visitamos uno de los grandes bastiones fortificados de
la región: el castillo de Foix. Antes, recorremos el mercado dominical en la
avenida principal de esta población y, desde allí, iniciamos el ascenso a la
antigua fortaleza. Su aspecto externo impone, y en el interno destaca sobre
todo la recreación de armamento, canterería, armas de asalto con una gran
catapulta incluida o ballestas y lanzas, ya que hacen talleres durante gran
parte del día.
Antes de acceder a lo que es el recinto amurallado, además
de pasar por taquilla (11,5 euros la entrada para adulto) se atraviesa una zona
de explicación histórica donde, en paneles, narran la vida de los principales
personajes de este castillo que se caracteriza, entre otras cuestiones, por no
haber sido destruido completamente a lo largo de la historia y por su casi
perfecto mantenimiento actual, incluso puliendo sus rasgos más nuevos para
perfilar su faceta medieval.
El recorrido, según avisan, puede durar cuatro horas, y, en
algún momento del día hacen visitas guiadas. No obstante, en la práctica, salvo
que dediques bastante tiempo a observar la recreación de oficios antiguos y de
cómo funcionaban las armas de asalto o las grúas de construcción, en menos de
una hora te da tiempo a entrar en las estancias de las dos torres que pueden
visitarse y a recorrer el reducido espacio de las almenas. El castillo enamora
más por fuera que por dentro, aunque se halla perfectamente conservado y
mantenido.
Festival de Mirepoix
Desde allí nos vamos a Mirepoix, localidad que también
estuvo fortificado durante la Edad Media (un pórtico ha quedado como testigo) y
donde nos encontramos con la agradable sorpresa de un festival de música swing,
con actuaciones en directo y un mercadillo en la céntrica plaza de Leclerc.
Todo ello en un día soleado y a unos 25 grados de temperatura. Perfecto para
disfrutar del ambiente. Con una visita a la antigua catedral de Saint-Maurice,
que destaca por estar construida en una imponente nave solitaria, concluimos el
recorrido.
Nave catedral Mirepoix
Seguimos hacia Camon, la ciudad de las rosas. De camino
intentamos visitar el castillo de Lagarde, del que quedan apenas trozos del
esqueleto, es decir, tramos de murallas. Está cerrado al público.