Llegó el anhelado momento. Ya podemos enseñar a familiares,
amigos, compañeros y víctimas propiciatorias todas aquellas fotos apiladas en
el teléfono móvil, en la tableta o en la cámara digital. Así compartimos con
los más allegados aquellos instantes de risas, chapuzones, comilonas o visitas
guiadas de las finiquitadas vacaciones. La felicidad popularizada.
Porque de eso se trata. No importa saborear la sensación de
situarse medio minuto ante las tumbas de los Romanov. Ni contemplar sus detalles.
El objetivo consiste en dedicar esos instantes a realizar la conveniente pose
que demostrará que hemos visitado la iglesia de San Pedro y San Pablo en San
Petersburgo. Y así cualquier otro monumento, hito o personaje con el que nos
topemos.
La vida de muchos conciudadanos se ha convertido en un
muestrario de imágenes. Y soportes digitales donde exponerlas no faltan.
Tampoco personas interesadas en contemplarlas.
Columna publicada hoy en el diario 20 minutos.
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