Julio y, sobre todo, agosto constituyen los meses
vacacionales por excelencia en Europa. No obstante, el descanso no significa la
ausencia de preocupaciones ni problemas, principalmente en aquellas localidades
costeras que atraen a más visitantes y que, por tanto, aumentan su población.
Sus responsables públicos, alcaldes y concejales, corren el riesgo de verse
enfangados en alguna refriega política o de sufrir una reprimenda pública en
situaciones tan sensibles como las fiestas locales o en lugares tan concurridos
como sus playas.
Columna de opinión publicada en El Periódico de Aquí (15-07-2016)
en las ediciones impresa y digital
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