Primera parada en San Pedro del Pinatar. La playa se halla atestada y cuesta aparcar. Lo conseguimos a base de dar vueltas con el coche por estrechas callejuelas alejadas del litoral.
Nuestro objetivo consiste en pasear por el espigón que
separa las salinas del mediterráneo, con sus típicos baños de lodo en su
lateral izquierdo. Un molino al inicio y otro al final delimitan este tramo de
paseo. Observamos con cierta sorpresa o solidaridad friolera a quienes
ensombrecen su cuerpo con lodo mientras el viento nos obliga a abrigarnos con
más ahínco.
Si llegáramos a la conclusión de este paseo nos situaríamos frente a la Manga, pero sin posibilidad de pasar hasta ella. Nuestra finalidad inicial consistía en llegar hasta este singular espacio murciano, pero el tener que alargar el recorrido en vehículo una hora para llegar al único acceso que existe desde más al sur de la región nos retrae.
Buscamos el típico caldero (arroz con ñora y pescados varios) para comer; no obstante, se encuentran llenas todas las terrazas. Al final, localizamos una mesa libre en el interior de un restaurante en el que nos ofrecen menú y nos quitan las ganas, al apresurarse a anticiparnos que tardarán en prepararlo, del caldero.
Comida rápida y adiós a la masificación para trasladarnos
hasta una neolocalidad, una colonia sobre todo británica construida en medio de
la meseta murciana, en el municipio de Roldán. Zona residencial de chalés
blancos y, en medio, nuestro hotel. En el entorno muy próximo, hasta seis
restaurantes, un supermercado, un colegio… En definitiva, todos los medios para
que la colonia sobreviva en su burbuja monolingüe inglesa. Y entre piscina,
sauna, deporte… se nos va la tarde.
Segundo día: visita a Cartagena, destino definitivo de esta excursión o escapada, como se quiera denominar. Nos espera Cristina, la simpática guía que dirige un grupo que aglutina a unas cincuenta personas, todas españolas. Dispara palabras y datos con más rapidez que una ametralladora de última generación, como los submarinos que en la actualidad arman en este prolífico puerto del Mediterráneo. Lejos quedan del pionero de Isaac Peral de finales del siglo XIX, que se puede contemplar junto al paseo marítimo, tras una enorme vitrina.
En el paseo portuario contemplamos la enorme imagen del ‘pensador’, similar a la de Rodin, la cola metalizada de ballena, los almacenes de la empresa Navantia, los castillos del siglo XVIII que emergen como custodios del puerto y un largo etcétera de detalles que llaman la atención en la ciudad.
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