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martes, 10 de julio de 2012

Las barbas de Zapatero


Ha transcurrido más de medio año desde que Mariano Rajoy accedió al cargo de presidente del Gobierno español. Prácticamente hemos duplicado los cien días de gracia que, por ancestral cortesía, suele concederse a cada nuevo dirigente antes de emitir las primeras reflexiones sobre su gestión.
¿Qué ha sucedido en este tiempo? Básicamente, y para resumirlo en una frase, que los ciudadanos han visto cómo sus ingresos se han reducido y sus gastos –principalmente en forma de incremento de impuestos y tasas- han aumentado. Prácticamente cada semana escuchamos a algún ministro anunciar un nuevo recorte, siempre con la cantinela de que así evitarán nuevas y futuras privaciones y que, por esa vía, volverá a crecer la economía. No obstante, como digo, transcurren escasos días antes de que la frase anterior quede en agua de borrajas y llegue otro recorte.

Fotografía tomada de la página de facebook de Rajoy.
 Con esta pose se presenta. La citada página, por cierto, está plagada
de críticas sin respuesta hacia su gestión


No deja de sorprenderme la capacidad de nuestros gobernantes para desdecirse. Rajoy aseguró en su campaña electoral que no aumentaría impuestos ni recortaría prestaciones. Evidentemente, y como hemos podido comprobar, ha actuado de la manera totalmente opuesta a aquello que prometió.
Todo ello sin, como he insistido en alguna columna pretérita, disculparse un ápice. Tanto él como sus ministros parecen encontrar en los vaivenes de los mercados la eterna excusa para justificar sus incumplimientos. No dudo de que el hombre depende de las circunstancias y las externas, en el caso de España, influyen.

Perdida de credibilidad

De cualquier modo, cuando cada semana comparecen para anunciar un recorte y anticipar que no ahondarán más en esa línea restrictiva, lo hacen con rotundidad. Con la misma con la que Rajoy prometió no subir impuestos. En su campaña no puso el ´pero´ o el ´quizás´ en función de esos avaros ´mercados´. Afirmó con seguridad que garantizaba el estado de bienestar que ahora está contribuyendo a desmoronar.
Su antecesor, José Luis Rodríguez Zapatero, perdió toda su credibilidad por mentir o por negar la evidencia de que España se sumía en una crisis. A partir de ahí su mandato resultó eterno tanto para él como para sus gobernados. El actual presidente no parece haber aprendido la lección. Ha empezado con la misma actitud que hundió al socialista. Hacer lo contrario de lo que defendió como programa electoral e informar con cuentagotas y ambigüedades a sus gobernados. Que recuerde al aforismo “cuando veas las barbas de tu vecino afeitar, pon las tuyas a remojar”. En este caso las de su predecesor.

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