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martes, 14 de agosto de 2012

Turismo: objetivo colectivo

Llegaron hasta la bodega para adquirir su excelente caldo, bautizado como Latente. Tenían la mejor referencia: la de la propia experiencia. Se la toparon cerrada. Preguntaron a un operario de una cercana industria y este les remitió a un restaurante donde el bodeguero acudía con frecuencia. Nos situamos en un pequeño municipio de La Rioja, en Albelda de Iregua. Sus habitantes se tienen perfectamente identificados unos a otros.

Albelda de Iregua. Foto todopueblos.com
Interesados por el vino, nuestros protagonistas se desplazaron hasta el restaurante. Allí el propietario les dijo que el referido dueño de la bodega acababa de marcharse. No obstante, raudo sacó el móvil del bolsillo izquierdo del pantalón que vestía y llamó al afectado advirtiéndole de que una pareja le buscaba para comprar vino. El bodeguero respondió que se trasladaba ipso facto a su inmueble y que los posibles adquirentes acudieran allí, que él les aguardaba.
Así fue. Y la gestión colectiva llegó más lejos. La intención de compra no se limitaba al vino. Los turistas también querían embutido de la zona. Consultaron al bodeguero. Este, tras reflexionar sobre las posibilidades, les habló de una carnicería en un municipio cercano. No obstante, estaría a punto de cerrar sino lo había hecho ya. Nos adentrábamos en las dos y media de la tarde. Ante la duda, primero telefoneó a su esposa con el fin de cerciorarse. Para más seguridad incluso llamó al carnicero, que le confirmó el inminente cierre matutino aunque se mostró dispuesto a esperar a los interesados.
Estos tardaron cinco minutos en franquear la puerta de la carnicería, donde se hallaba su titular. Amable y eficiente, Eduardo Sufrategui les aconsejó y suministró deliciosos productos de la zona. Con una sonrisa y un precio más que razonable, al igual que había ocurrido previamente con el vino. Para cerrar el círculo desde allí se trasladaron hasta el restaurante Don Cosme, que había dado pie a la compra de vino y embutido. De este último lugar, por cierto, también salieron satisfechos.
Esta historia real la narro para demostrar la importancia de la implicación de toda una comunidad en atender a los visitantes y turistas. Primero, por cordialidad humana, y segundo, por interés colectivo. Los diferentes propietarios de locales que aparecen reflejados en esta historia trataron con dedicación y eficiencia a la pareja. Al final, cada uno salió beneficiado con un pequeño ingreso. Incluso el del restaurante. De no acudir hasta allí para preguntar y haber sido atendidos con diligencia, sin esperar nada a cambio, no hubieran vuelto. Así, además, todos logran que los visitantes retornen y recomienden sus respectivos negocios.
Columna publicada en diariocriticocv.com

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