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sábado, 14 de septiembre de 2013

Por el Tirol austríaco

Boca del gigante que sirve de entrada a Swarovski
Aterrizamos en Zurich vía Valencia. Vuelo de 1,40 horas. Muy atentos los azafatos. Traen chocolatinas y peluches de Swiss International Airlines a los niños y bebés del vuelo. En el aeropuerto de Zurich vamos a Avis para recoger el coche que nos han preparado. En este caso es un Clio bastante moderno y ecológico. Tardamos 3,30 en encontrar nuestro B&B. Llegamos a 21,30. En Austria nos para la policía en un control rutinario, soportamos tramos de retención por obras y pasamos túneles de hasta 14 kilómetros.

Primer día: preguntamos en la oficina de turismo de Mieming y ahí nos surge la posibilidad de una visita gratuita guiada de una hora por Innsbruck en castellano. La aprovechamos. Antes recogemos la Insbruck Card (35 euros), que está incluida en nuestro paquete de viaje. Innsbruck es la capital del Tirol austríaco. Está separada de Baviera por los Alpes. En Innsbruck destaca la catedral con cuadros que hacen el efecto visual de bóvedas, un tejado dorado de 1490 o el centro peatonal con tiendas y bares.

Vamos al Alpenzoo. Nada de particular. Ascendemos en pendiente con un micro tren con cabinas. Antes visitamos el palacio imperial, por donde anduvo la mismísima Sisi y destacó una regente llamada María Teresa. Comemos en los antiguos jardines imperiales. Con la tarjeta de Innsbruck podemos utilizar todos los transportes públicos y entrar en museos y muchas exhibiciones públicas durante 72 horas desde que empezamos a usarla. Vamos y volvemos en autobús desde Mieming.

Swarovski
El segundo día lo empezamos por el trampolín gigante de esquí con una rampa de lanzamiento de 98 metros. Visitamos el estadio olímpico de saltos de esquí, con 28.000 plazas para espectadores y los Alpes de fondo. Desde allí vamos al Tirol Panorama, donde contemplamos un cuadro circular de decenas de metros que recrea una batalla de 1809 entre tiroleses y bávaros. Luego, a la fábrica de cristales Swarovski donde han creado un parque temático de imaginación con cristales. Diversas salas de fantasías (tipo Alicia en el país de las maravillas) basadas en la leyenda de un gigante bueno que recorre el mundo. La exposición acaba en la abarrotada tienda con todo tipo de objetos de cristales y con incontables clientes indios y árabes. Gratuito con Innsbruck card. Si no, unos diez euros la entrada.

El tejadillo de oro de Innsbruck

Telfs
Sale domingo lluvioso. Pasamos por el mercado de Telfs y apenas hay dos puestos. Es tipo rastro. Llueve bastante. Decidimos ir de museos por Innsbruck. Primer objetivo, el del tejadillo de oro, con más de 2.500 baldosas doradas que mandó construir Maximiliano Imonarca instalado en Innsbruck, que murió a los 60 años viajando desde Innsbruck a <b>Linz</b> y que vivió muy preocupado por dejar la huella de su memoria con sus conquistas y ampliación de su imperio. Decía que quien no dejara huella una vez tañen las campanadas de su entierro ya nadie se acuerda de él. Fue el padre de Felipe El Hermoso, el marido de Juana la loca.
Nos tomamos chocolate y té en la pastelería Munding, célebre por sus helados. Mi chocolate me lo sirven así: vaso de leche, tarrina con nata y una bola de chocolate helada aparte para que la mezcle con la leche y se diluya. Un capricho que vale más de cuatro euros.

De allí al siguiente museo; el de artesanía y tradiciones, que recrea desde el interior de casas clásicas, a vestimenta o artilugios diarios. Junto a él se encuentra la iglesia que contiene el impresionante mausoleo de Maximiliano (fue una especie de Fernando de Aragón para nosotros). Realmente, sus restos no reposan en él y el mausoleo tardó cien años en acabarse. Lo concluyeron, claro está, sus descendientes. Pero impresiona, tanto como las esculturas gigantescas de personajes de su época y familiares. Murió a principios del siglo XVI. Muy interesante ver el vídeo espectáculo de recreación de su vida, en una sala a la que se accede desde el claustro de la iglesia.

Panorámica alpina
Vista desde la cabina de ascenso alpina
De allí vamos a subir en cabinas y ascender más de mil metros hasta situarnos a unos 1.800 metros de altura para disfrutar de los paisajes alpinos. Todo, al igual que los museos, incluido en la Innsbruck Card. Hacemos nuestro recorrido de regreso a Holzleiten por los pueblecitos y esta vez nos superamos y cenamos a las siete de la tarde en un hotel restaurante denominado Arzkasten para familias con niños (por esta zona resulta muy habitual ese tipo de residencias). Repito filete vienés (empanado) con salsa de frambuesa.
Tras el habitual y repetitivo desayuno de bocadillo de mantequilla con jamón y mortadela y la rebanada de Nutela emprendemos la jornada. Hoy toca aprovechar la tarjeta Gäste card, que da derecho a muchas opciones en la comarca. Por ejemplo, la escogida para esta mañana de lunes consiste en una visita guiada de un par de horas por el entorno forestar de Obsteig. La guía, con perrito acompañante incluido, nos explica flores autóctonas y leyenda silvícolas.

 Vamos a Hall (sal significa su nombre), con un castillo, varias iglesias y callejuelas peatonales con encanta. No está mal aunque tampoco destaca especialmente. Desde allí damos una vuelta por pueblos cercanos, como Milst, Thaur o Ambsalt; para seguir controlando la comarca. Regreso a Holzleiten; y una pequeña ruta por la senda de Larchenwiesenweg. Ducha y cena a las ocho. Esta vez cordon bleu. Lo alterno con el filete vienés. Este último solo lleva el empanado mientras que el anterior añade queso y jamón de york. Medio litro de cerveza rubia de barril y tarta de chocolate completan la cena. Repetimos hotel-restaurante Bergland con un trato tremendamente amable por parte de todo el personal.

Gäste card
Seguimos con las excursiones de la Gäste card. Hoy toca subir a la cima de una montaña en un microbús. 20 minutos de subida escarpada y nos plantamos a una cota de 1.800 metros (al igual que el día anterior en cabinas) rodeados de niebla (no muy espesa, eso sí), y en un lugar donde la única construcción habitada consiste en un restaurante que funciona con placas solares. Nos dejan tres horas en la cúspide para pasear, disfrutar de la compañía de las vacas (cada familia tiene las propias para elaboración interna de quesos y suministro de leche) y tomar una sopita tempranera en el restaurante. Estamos allí, en Hauf dem Horn, de diez a una de la tarde.

Flaurling
Nos recoge nuestro microbús (ocho euros el trayecto) y regresamos para irnos embalados a una nueva excursión. Esta vez en un pueblecito llamado Flaurling. Somos los únicos miembros del grupo en una tarde lluviosa. El entusiasmo de la guía, que por primera vez explica la visita en inglés, alarga el recorrido una hora y tres cuartos cuando el previsto era de una hora. Consiste en realzar un pueblo ahora anodino que en tiempos del recordado Maximiliano I tuvo su apogeo comercial. Dispone de un castillo en el que se alojaba el propio Maximiliano cuando venía de caza. Por cierto, hoy no nos hemos encontrado con nadie que no hable alemán. El Tirol es una zona de mucho turismo interno aunque, por lo que vemos, de poco extranjero. Una pena. Eso sí, cuenta con más de 300.000 camas para alojamiento y tiene una población de 700.000 habitantes.
Cascada de Imst

Como no para de llover retornamos a la base. Hoy cena a las siete en un hotel rural algo perdido en las montañas llamado Aschland. Poco que comentar. Comida pasable.
 Último día dedicado a las cascadas. La primera, en Imst. Impresiona porque cae en pleno centro de la ciudad.  Siempre aficionados al senderismo, han trazado un recorrido de ascenso de la cascada, que atraviesa puentes de madera y grutas, de hora y media. Interesante experiencia. La segunda, la cercana a Umhausen, con un caída de 300 metros. También tiene sus rutas de acceso e incluso un mirador para contemplar el primer salto. Cena de despedida en Innsbruck, en un restaurante llamado Caballo blanco. A la mañana siguiente, salida a las 5,45 de Holzleiten, llegada sobre las nueve al aeropuerto de Zurich y despegue rumbo a Valencia casi a la una.
 


 


 


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