Llegar a Eslovenia, al pequeño municipio donde nos alojaremos, Lipsenj, supone prácticamente dos días enteros de viaje en coche desde nuestro punto de partida: Valencia. El primero lo empleamos en alcanzar la frontera española de la Junquera y en ir dejando atrás, ya en Francia, Perpignan, Montpellier, Marsella…, hasta aparcar, sobre las 20,45 horas, en el pequeño pueblo de Bouyon, situado a la altura de Niza, pero en terreno montañoso, en la Côte d´Azur. Allí cenamos y dormimos tras 12 horas de coche en las que apenas hemos hecho breves paradas para comer y estirar las piernas.
El segundo día iniciamos el recorrido sobre las 8,30.
Dejamos atrás Mónaco y comenzamos el tránsito por Italia. Vamos sobrepasando
Génova, Turín, Milán, Brescia, Venecia… todo en autopista de pago porque no
existe alternativa sin peaje que no suponga sumar bastantes más horas. La
gasolina tiene un precio similar al de Francia, alrededor de 1,70 euros el
litro de 95. El recorrido supone casi un adelantamiento continuo de camiones.
Hasta entrar en Eslovenia sobre las 18 horas. Baja la intensidad del tráfico, desaparecen los peajes y se puede repostar gasolina por 1,30 euros el litro. A las 19,10 llegamos a nuestra granja. Nos han instalado en la planta baja, en una casa de tejado triangular alpino. El pueblo no llega a los dos centenares de viviendas y se halla en un precioso valle. Nos da tiempo justo a desplazarnos a la pizzería de la población más cercana (único restaurante abierto en las cercanías), Zerovnica, y regresar disfrutando del cielo repleto de estrellas.
Lago intermitente
Primer amanecer esloveno. Tranquilidad absoluta en el pueblo
a las 7,30, hora de inicio de un paseo matutino que me permite comprobar, por
ejemplo, lo bien adecentado y señalizado que se halla el cementerio, que rodea
la iglesia. Una fuente en su entrada y tres regaderas anticipan el esmerado
cuidado de las tumbas, con sus flores de recuerdo recién cambiadas. Paseando,
llego a la aldea de Sveta Ana. Todas las casas son pequeñas granjas, cuyos
productos podemos disfrutar en el desayuno que nos han preparado hoy, con
ensalada de pimiento y tomate, queso, jamón o lomo.
Descubro un lugar perfecto: bajo un árbol con una tupida
copa, con las montañas al fondo y, en primer plano, una pareja de ocas que
sigue una rutina invariable: comer, beber, dar un corto paseo y rascarse el
plumaje en un barreño de agua.
Tras dos días intensos de carretera, hoy apetece un tercero
relajado, que completamos con una visita a un pequeño lago atestado de bañistas
cerca de Nova Vas, con un oso en madera en su centro y en sus laterales bares
con bancadas también de madera. No creo que supere los 200 metros de diámetro,
lo cual no impide que su periferia se encuentre poblada de tiendas de campaña y
caravanas.
Desde allí nos desplazamos al lago de Crnika, uno de los más
grandes de Europa de los llamados intermitentes porque desaparece en algunas
épocas del año, como en verano, o e invierno cuando se congela el agua. Nos topamos
más bien con una gran pradera que bordeamos por sendas pedregosas. Hace un
calor bochornoso, que supera los 30 grados. Volvemos a nuestra granja para dar
un paseo y cenar parte de lo que nos ha sobrado del abundante desayuno.
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