¡Y cayó la plaga bíblica!
Campeche, estado libre y soberano como se define, se sitúa
en el centro de la península del Yucatán. Hasta su capital habíamos llegado en
autobús desde Mérida, en este trasiego terrestre por el sur mexicano que nos
llevaría posteriormente a Chiapas.
Tras encontrar alojamiento en una pensión en la que nos dieron como llave un candado y con unas letrinas vecinas con sumidero a modo de cuarto de baño, nos adentramos en la preciosa capital del estado. La ciudad destaca por su enorme muralla que la circunda y enfrenta el golfo de Yucatán y por sus coloridas casas coloniales. Una preciosidad digna de ser divulgada en postal o selfi.
Después del paseo por esta urbe que ronda el cuarto de
millón de habitantes, nos sentamos en la terraza de una cantina a descansar y
repasar la jornada. ¡Y ahí llegó la sorpresa y la anécdota que siempre nos recordará
a este singular estado de México!
Algo golpeó con fuerza nuestra mesa. Y de nuevo algo más. Miramos sorprendidos y contemplamos, estupefactos, sendas langostas. No acertábamos a comprender de dónde venían. De forma paralela, notamos que se aceleraba la oscuridad de la tarde. Miramos hacia el cielo y estaba poblado de nubes de insectos. Y la lluvia arreció. Caían langostas por todas partes.
Nosotros y otros lugareños entramos con rapidez en la cantina.
No resultaba suficiente. Seguían desprendiéndose de los siniestros nubarrones
estas ‘gotas’ vegetales que inundaban todo y superaban nuestro parapeto con una
fuerza inusitada. El propietario del local cerró herméticamente los ventanales
con sus marcos de madera. Y allí nos refugiamos la media hora corta que duró
esta singular tormenta. Al terminar, las calles se hallaban plagadas de
langostas.
Nunca, hasta ese momento, había vivido esta situación que
parecía vinculada a lejanos tiempos bíblicos pero que en Campeche comprobé que
también puede experimentarse en el presente. No forma parte solo de narraciones
milenarias.
Con motivo del 25 aniversario del largo viaje que hice con mi amigo José Ramírez por Centroamérica, Perú y Bolivia voy a recopilar en el blog algunas historias de aquella travesía. Por entonces todavía ese cuaderno de bitácora digital no existía y no podía, por tanto, trasladar allí estas anécdotas. Ahora puedo compensar con recuerdos, imágenes (como algunas de la travesía por Yucatán, Campeche y Chiapas) y transcripciones recopiladas.

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