O, mejor escrito, la denominada Pequeña Petra, el lugar donde desviaban a las caravanas, hacían pagar una tasa a sus componentes (el guía nos insiste en que la casa de impuestos más antigua del mundo es una especie de templete excavado en la pared por delante del cual pasamos) y les ofrecían comida y alojamiento.
Efectivamente,
en cuanto a construcción, parece una recreación en miniatura de Petra, con un
pequeño pasaje al estilo siq de unos 200 metros. Se trata básicamente de subir
un par de escaleras talladas en las paredes del desfiladero y contemplar los
restos de cisternas, de la citada casa de impuestos y de un templo.
Calor
asfixiante que nos sirve de ensayo para lo que viviremos mañana en la gran
Petra. Antes, toca alojamiento en el hotel y visita a un hammam local, algo que
siempre intento convertir en imperdible cuando visito un país árabe.
Al finalizar la sesión de hammam |
Es la primera vez que entro en un hammam mixto, donde compartimos estancias hombres y mujeres en bañador, en países árabes. Este, además, carece del encanto de la decoración que he encontrado en Estambul, Siria o Egipto. Basta un habitáculo con azulejos azules y blancos con un chorro de vapor que lo embriaga del calor de una sauna, una sala para un primer enjabonado y una segunda, compartida, para tumbarse en un mesa de mármol y que te hagan el segundo enjabonado con masaje incluido. En media hora nos ventilan.
La mítica Petra
A dormir pronto en un hotel magnífico como el Élite Petra, el
mejor con diferencia de los que nos alojarán en este viaje. A las seis de la
mañana nos despertaremos para visitar la mítica ciudad de los nabateos.
Como amanece poco después de las cinco y la luz entra a
raudales a través de las finas cortinas, pronto estamos en pie. Desayuno
abundante - la alimentación del viaje la basamos en los desayunos y las
cenas- bajada de maletas para subirlas al autobús y transporte hasta el inicio
del extenso recorrido que haremos hoy a pie.
Por cierto, aunque nos dijeron que no hacía falta
prácticamente cambiar dinares porque, teóricamente, todo se puede pagar en
euros o con tarjeta, nos han venido de maravilla los que cambiamos a un precio
abusivo en el aeropuerto de Madrid. En muchas pequeñas tiendas no tienen
datáfono, y la opción del euro la desechan en favor del dólar con frecuencia.
La divisa norteamericana la admiten con facilidad.
Superamos el centro de visitantes y a partir de ahí iniciamos el recorrido de alrededor de un kilómetro, con la constante oferta de propietarios de burros que nos acompañará en toda la estancia por Petra, hasta llegar al famoso siq, el desfiladero por cuya base se entra en la urbe que vio florecer a los nabateos.
El siq, desfiladero de 1.200 metros para acceder a Petra |
Resulta impresionante ponerse en el lugar de quien quería atacar la ciudad y se veía asaeteado o aplastado por rocas que le lanzaban desde la parte superior. Estos 1.200 metros de distancia resultan una barrera natural infranqueable. Contrastes de colores, rocas con formas de animales, otras antropomórficas, representaciones de divinidades… el siq guarda numerosos secretos. “Id con la vista loca”, nos repite el guía para que miremos a todas partes.
Y, de pronto, vemos frente a nosotros El Tesoro, la joya de
Petra, el enorme pórtico de casi 40 metros de altura esculpido en roca que
saltó a la fama en una de las aventuras del cinematográfico Indiana Jones y que
impresiona cuando te sitúas frente a él. En la explanada anterior, un batiburrillo
de beduinos, camellos y burros se mueve sin parar, aunque no te distrae un
ápice debido al impacto de la visión de El Tesoro. Te recreas en ella, repasas
sus columnas, sus figuras…, te choca que la belleza se acaba en el exterior,
que no haya algo más dentro.
El Tesoro, en Petra |
A partir de aquí empieza Petra. Caminamos, vas dejando tiendas de todo tipo hasta llegar, observas las enormes tumbas excavadas en las montañas mientras observamos ya los restos romanos, el teatro, el cardo máximo, el arco de Adriano… así hasta alcanzar al cúlmen, al inicio de esos aproximadamente 850 escalones comprendo que la cifra cambie depende de quien te la cuente porque algunos de esos escalones están difuminados en la piedra – para llegar hasta el monasterio, una especie de réplica de El Tesoro, con diez metros más de tamaño aunque menos elegancia. La subida vale la pena por el reto, por el templo y por las vistas del valle, aunque aparecen en el cima numerosos carteles prometiendo vistas maravillosas que te acaban conduciendo a una tienda sin más.
El ascenso al
monasterio
A buen ritmo, el ascenso se hace en unos 40 minutos. Lo más
complicado en muchas ocasiones consiste en esquivar los excrementos de burro
que jalonan el camino, ya que algunas personas optan por aceptar la oferta de
subir o bajar en estos animales. Si estás más o menos en forma, no lo
recomiendo. Prefiero afrontar el reto físico.
Y una vez bajas, toca desandar todo el camino, porque de
Petra se sale por el mismo sitio por el que se entra. No nos da tiempo a ver
mucho más, aunque el yacimiento urbano es inmenso y te quedas con ganas de
adentrarte en el templo de los leones alados o en visitar más cuevas que
sirvieron de tumbas para potentados de la ciudad de los nabateos, que gastaban
más dinero en habilitar su morada para yacer su cuerpo una vez fallecidos que
la que aprovecharon en vida.
Ascenso monasterio de Petra |
Anfiteatro romano de Petra |
La vuelta implica una hora y cuarto ya bajo un sol fulminante aunque con una leve brisa que se agradece mucho, pisando arena que cambia de tonalidad y repasando la belleza de El Tesoro o del siq. Y desde Petra, unas dos horas y media a la costera Aqaba, el puerto de Jordania en el mar Muerto, última etapa de este viaje en una ciudad desde la que se divisa territorio israelí y egipcio.
En esta urbe de alrededor de 200.000 habitantes nos alojamos
en la zona de Tala Bay, a más de una decena de kilómetros de la ciudad, en un
espacio portuario de recreo con sus playas privadas, algo bastante normal en
este país.
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