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domingo, 28 de agosto de 2022

Viaje por Jordania (II): desierto de Wadi Rum

Iniciamos una jornada de viaje largo intercalada con visitas relevantes y alguna no tanto. Desde el mar Muerto nos dirigimos hacia Madaba, una ciudad de alrededor de 75.000 habitantes conocida por tener el monte Nebo en su cercanía y el mosaico cartográfico más antiguo descubierto, del siglo VI, en su iglesia de san Jorge. El primero de estos lugares está envuelto entre la leyenda y la historia y, principalmente, las referencias bíblicas que has ido escuchando desde la infancia.

Moisés, su visión de la conocida como Tierra Prometida para su pueblo en la diáspora, su muerte...el ascenso al monte Nebo gira en torno a esta circunstancia, a situarnos en el punto desde el que se supone que el profeta contempló el lugar donde si iba a instalar la numerosa comitiva que lo acompañaba desde Egipto y la que se fue sumando en su búsqueda del espacio indicado donde asentarse. Una panorámica que impresiona más por este relato que por lo que se observa, con la ciudad de Jericó al frente.

Vista desde el monte Nebo

También resulta interesante saber la historia de los franciscanos que han preservado los diferentes templos allí construidos o que han estado durante siglos buscando infructuosamente la tumba de Moisés.

A la salida del recorrido nuestro autobús, por una iniciativa de esas de guía turístico que da un giro a los acontecimientos, nos para en una fábrica de mosaicos para que nos expliquen su elaboración artesanal, como dos mil años antes. Nos insiste en que no es para comprar; no obstante, después del relato de cómo confeccionan, llega esa larga media hora en la que nos sumergen en una tienda en toda regla, con el té de obsequio y con el guía sin ninguna prisa por marcharnos.

Al final lo hacemos rumbo a Madaba, para contemplar el mosaico de la iglesia de San Jorge, que identifica ciudades, ríos o castillos del siglo VI. En un restaurante cercano comemos ensalada mentolada, humus de garbanzo, de berenjena y carne de pollo y ternera, entre otros alimentos.


Y ya toca iniciar el largo desplazamiento hasta Wadi Rum, al campamento en el célebre desierto jordano. Nos aguardan alrededor de cuatro horas de tránsito, principalmente por la autovía del desierto, una carretera internacional que enlaza varios países y en los que te encuentras tramos con socavones, con badenes y con estrechamientos o alargamientos de calzada. Hacemos parada en restaurante/tienda de carretera, nos detenemos unos minutos para ver amanecer desde la carretera y llegamos ya de noche al campamento, directos a la cena. Nos perdemos la extracción de la carne de debajo de la tierra, ya que lo dejan durante dos horas en el subsuelo, en un recipiente, para acabar su preparación.

Al contrario que en el buffet del hotel del mar Muerto, aquí las mesas están limpias y no tienes que pedirle a un camarero que quite platos y vasos (entre otras cosas) de alguna para que quede sitio para comer. Ni reclamarle la cubertería porque no te la ponen. Igualmente retomamos la carne de cordero y de pollo con un buen repertorio de ensaladas.

Está todo oscuro y queda poco más que hacer que medio instalarnos en las casas de madera acortinadas asentadas en medio del desierto, con sus camas y cuarto de baño. Todo muy acondicionado. Antes de irnos a dormir nos obsequian con una baile y unos cánticos beduinos al alrededor de centenar de visitantes que hoy pernoctaremos en Luxury Camp. En nuestro caso, en las casetas más modestas; en otros, con ´burbujas´ con terraza vallada. Mañana nos espera recorrido por el desierto en 4x4 a las ocho de la mañana.

 

Amanecer en el desierto

 

A las cinco y media ya es completamente de día, y a las seis emerge el poderoso astro solar. Si no te sitúas en el lugar adecuado, te pierdes su aparición, ya que el hotel se halla repleto de colinas y tienes que buscar un hueco entre ellas para vislumbrar en la lontananza. O trepar todo lo alto que puedas en alguna de aquellas, que es por lo que opto. Las rocas están bastante horadadas, por lo que puedes introducir pies y brazos en numerosos espacios y seguir subiendo.

Desayuno a las siete, con casi nada dulce para ingerir. Y a las ocho la famosa excursión en 4x4, sentados en la parte de atrás, abierta, y subiendo y, principalmente, bajando dunas. Buscando los paisajes con más contrastes de colores (rojo, gris y marrón) o que recuerdan a escenas de películas filmadas allí, como la Guerra de las Galaxias. Y con la inevitable parada a tomar té y que intenten venderte algo en una tienda con, sorprendentemente para nuestra visión europea occidental, todas las comodidades en medio del desierto.

´Puerta´ que separa el campamento del resto del desierto


Por cierto, después de arena lo que más nos rodea, por desgracia, son desperdicios de todo tipo, principalmente de plásticos: bolsas, botellas, latas..., en cantidades ingentes vayas donde vayas. Eso mismo observas cuando vas en el autobús por la autovía del desierto o por la carretera de los Reyes, que cogeremos para ir a Petra. Una infinitud de arena e inmundicias, con alguna casa perdida y algún camello suelto.

Retornamos de la excursión en los 4x4 con el tiempo justo para lavarnos la cara y limpiarnos parte de la arena que nos ha ido lanzando el vehículo de delante a su paso y para cargar las maletas en el autobús. Próximo destino: Petra.

Puedes leer también la crónica en www.soloqueremosviajar.com pinchando este enlace

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