Gandia, localidad con unos 80.000 habitantes ubicada en el sur de la provincia de Valencia, destaca a nivel nacional por sus anchas playas, que abarcan unos 700.000 metros cuadrados de arena frente al Mediterráneo. Ese factor la convierte en reclamo para visitantes habituales, muchos ellos del centro de España, y para otros esporádicos que la escogen con el fin de pasar unos días. No obstante, más allá de tumbarse o pasear junto al mar, la capital de la comarca de la Safor atesora otros encantos reseñables. Aquí destacamos cinco de ellos.
-El Palau Ducal vinculado al legado histórico de los Borgia. La pujanza de la familia aragonesa migrada a Gandia y convertida en guía de la cristiandad con dos papas (Calixto III y Alejandro VI) se percibe en su Palau Ducal, adquirido por el segundo de los citados pontífices en 1485 y donde nació Francisco (que sería canonizado como santo un siglo después de fallecer). Este último es el personaje más emblemático de la ciudad, el IV duque, quien amplió el cinturón de la muralla o creó la primera universidad jesuita del mundo.
El Palau Ducal, ubicado en el centro urbano, lo dirige
Estela Pellicer, quien también hace de guía ilustrada para caminar por el
llamado salón de coronas, donde realizaban las audiencias públicas los duques y
se puede contemplar, en cuadros, la vida de San Francisco o Francesc, patrón de
Gandia. También puede apreciarse la Cámara de la Duquesa, que conserva un cojín
original con el escudo de los Borja (Borgia en Italia).
Una de los lienzos más impactantes muestra al primero
militar y después sacerdote frente al cuerpo inánime de la reina Isabel de
Portugal, al que acompañó en un largo tránsito desde Toledo a Granada. La tristeza
que marca los rasgos faciales de Francisco de Borja hace bien creíble la frase
que se le atribuye ante la difunta: “jamás volveré a servir a persona que vaya
a morir”, como antesala de tomar sus votos sacerdotales.
El Palacio da mucho juego para observar cada espacio, o para
situarse frente a la galería dorada y su juego visual que termina en el Salón
del Cielo y la Tierra y, desde su lateral, asomarse al exterior y contemplar la
ciudad desde las alturas.
-La Plaza Mayor y la Colegiata. El Ayuntamiento data
de 1778 y fue construido tras arder al anterior. Su atractivo se centra más en
su entorno, aunque su fachada tampoco desmerece un buen repaso visual. La
animación de la extensa Plaza Mayor, con sus terrazas y su tránsito continuo de
vecinos por un entorno monumental, le otorgan un cariz vivaracho.
En sus proximidades se sitúan las cinco grandes esculturas que recrean a las principales figuras de la familia Borja o Borgia, como sus dos papas, los poderosos Lucrecia y César y el insigne San Francisco. Por cierto, el rostro y el busto de este último, que se multiplica por las calles de Gandia, se basa en una recreación de su máscara mortuoria. A partir de ahí han desgranado cómo podría haber sido en sus diferentes etapas vitales.
La Colegiata, con sus 18 ojos de buey, era la parroquia de
los Borja, la familia de origen aragonés que migró a Gandia y, desde allí,
extendió su poder al mundo. El edificio fue impulsado por otro personaje
ilustre de la historia saforeña, María Enríquez de Luna, esposa de Juan Borja y
abuela de San Francisco. Para ello trajo a artistas de la talla de Pere Compte,
afamado por su labor en la Lonja de Valencia
La denominada Puerta de los Apóstoles, con la dignidad que
transmiten las esculturas de San Pedro y San Pablo, o la imagen más antigua, la
de la oración en el huerto, que data de 1807 (el incendio de 1936 devastó parte
del templo y sus tesoros) se suman al interés que despiertan el rosetón de
cuatro metros de diámetro o el interior neogótico.
-El paseo de las Germanías y el jardín de la Marquesa.
El primero constituye el eje vertebrador de la ciudad. Atraviesa su casco
urbano y se llena de paseantes hacia última hora de la tarde, sobre todo cuando
el día alarga y el calor aprieta menos. En sus laterales, abiertos al tráfico,
se observa la vida comercial de Gandia, y la gastronómica, con numerosos bares
y restaurantes. Se puede contemplar sentado en alguno de sus bancos. Desemboca
en el río urbano, el Serpis, y más en concreto en el puente peatonal que lo
comunica con la otra orilla.
En sus aledaños se eleva la Casa de la Marquesa, reconvertida en centro cultural. Y tras ella, adentrándose en un silencioso espacio ajardinado, emerge su enorme terraza. Junto a un quiosco que ejerce de base se extienden numerosas mesas sobre las que se puede posar un vaso del típico granizado de limón, o cualquier otra bebida, para disfrutar de una animada conversación o de una relajante pausa en un entorno silencioso. Constituye uno de los lugares más singulares y apacibles de la localidad.
-Fira i Festes. Refleja el carácter cultural, festero
y transversal de Gandia. Se trata de su principal certamen festivo, que se
desarrolla, sobre todo, en cuatro plazas y en una calle, aunque se expande por
toda la ciudad. Abarca más de 150 actividades, desde competiciones de pilota
valenciana a conciertos, arte, feria de atracciones, exposición de alimentos
tradicionales en el clásico ‘porrat’ o complicados malabarismos para ensamblar
las torres humanas de la Muixeranga.
No obstante, su principal originalidad viene marcada por su
inicio. Lo da un curioso personaje autóctono denominado Tío de la Porra. Su
origen data del tramo final del siglo XIX, cuando un grupo de estudiantes se
atavió con casacas napoleónicas de un teatro y, de esta guisa, volvió
alborotador a su centro educativo. Desde entonces ha crecido. Ahora más de un
centenar de personas se viste de ese modo, se arma de tambores y, en el caso de
quien las guía, de una porra, y sacan al alumnado de los centros educativos
para dar por iniciados los festejos.
No se quedan ahí, ya que a continuación se desplazan hasta el ayuntamiento para visitar al alcalde y, simbólicamente, dejarle sin mando en plaza hasta que terminen las fiestas. Este año las celebraciones se han desarrollado entre el 3 de octubre (día que el santoral recuerda a San Francisco de Borja) y el 6 de este mismo mes, cuando han concluido con la procesión en memoria del insigne patrón de la localidad.
-Fideuà y resto de gastronomía local. En este caso no
nos referimos a un lugar, sino a cualquiera donde se puedan degustar los platos
locales. El primero, que surgió como una iniciativa espontánea a la paella
confeccionada a base de marisco, constituye la elaboración culinaria
paradigmática de Gandia. De hecho, en su playa, en el Grao, se desarrolla cada
año un concurso internacional.
Se confecciona con caldo de pescado y se corona con gambas o cigalas sobre una base de fideos. En los restaurantes de la playa se disfruta especialmente. Uno de los más afamados es Casa Jose. Su propietario, José Manuel Navarro, ha logrado el cuarto y tercer lugar, respectivamente, en las dos últimas ediciones del concurso de fideuà.
Otros productos clásicos de la comarca de la Safor y, por
tanto, de su capital, son el figatell, o carne especiada con forma de
hamburguesa pequeña, y la coca de dacsa o maíz, que recuerda a una minipizza
pero más suave en la masa y sin hornear.
Y si nos vamos al dulce, uno de los clásicos es la Delicà de
Gandia, con almendra, yema y azúcar y toques de naranja o pasa. Su denominación
proviene de una leyenda, la que cuenta que una joven murió al caerle encima un
pétalo de rosa. Lo que no aclaraba consistía en que no se trataba de la suave
parte de una flor, sino de una porción desprendida del rosetón de la Colegiata
que, según se ha expendido en el tiempo, podría alcanzar hasta los cien kilos
de peso.
En este artículo destacamos cinco lugares, aunque cada uno
podría dar pie a otros cinco y estos, a otros tantos, para ampliar progresivamente
la lista que define Gandia, una ciudad que cuenta con la Semana Santa y las
Fallas como fiestas de interés turístico nacional y que aspira a conseguir lo
mismo con la Fira i Festes.





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