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viernes, 17 de octubre de 2025

Cinco motivos turísticos para visitar Gandia

 Gandia, localidad con unos 80.000 habitantes ubicada en el sur de la provincia de Valencia, destaca a nivel nacional por sus anchas playas, que abarcan unos 700.000 metros cuadrados de arena frente al Mediterráneo. Ese factor la convierte en reclamo para visitantes habituales, muchos ellos del centro de España, y para otros esporádicos que la escogen con el fin de pasar unos días. No obstante, más allá de tumbarse o pasear junto al mar, la capital de la comarca de la Safor atesora otros encantos reseñables. Aquí destacamos cinco de ellos.

-El Palau Ducal vinculado al legado histórico de los Borgia. La pujanza de la familia aragonesa migrada a Gandia y convertida en guía de la cristiandad con dos papas (Calixto III y Alejandro VI) se percibe en su Palau Ducal, adquirido por el segundo de los citados pontífices en 1485 y donde nació Francisco (que sería canonizado como santo un siglo después de fallecer). Este último es el personaje más emblemático de la ciudad, el IV duque, quien amplió el cinturón de la muralla o creó la primera universidad jesuita del mundo.

El Palau Ducal, ubicado en el centro urbano, lo dirige Estela Pellicer, quien también hace de guía ilustrada para caminar por el llamado salón de coronas, donde realizaban las audiencias públicas los duques y se puede contemplar, en cuadros, la vida de San Francisco o Francesc, patrón de Gandia. También puede apreciarse la Cámara de la Duquesa, que conserva un cojín original con el escudo de los Borja (Borgia en Italia).

Una de los lienzos más impactantes muestra al primero militar y después sacerdote frente al cuerpo inánime de la reina Isabel de Portugal, al que acompañó en un largo tránsito desde Toledo a Granada. La tristeza que marca los rasgos faciales de Francisco de Borja hace bien creíble la frase que se le atribuye ante la difunta: “jamás volveré a servir a persona que vaya a morir”, como antesala de tomar sus votos sacerdotales.

El Palacio da mucho juego para observar cada espacio, o para situarse frente a la galería dorada y su juego visual que termina en el Salón del Cielo y la Tierra y, desde su lateral, asomarse al exterior y contemplar la ciudad desde las alturas.

-La Plaza Mayor y la Colegiata. El Ayuntamiento data de 1778 y fue construido tras arder al anterior. Su atractivo se centra más en su entorno, aunque su fachada tampoco desmerece un buen repaso visual. La animación de la extensa Plaza Mayor, con sus terrazas y su tránsito continuo de vecinos por un entorno monumental, le otorgan un cariz vivaracho.

En sus proximidades se sitúan las cinco grandes esculturas que recrean a las principales figuras de la familia Borja o Borgia, como sus dos papas, los poderosos Lucrecia y César y el insigne San Francisco. Por cierto, el rostro y el busto de este último, que se multiplica por las calles de Gandia, se basa en una recreación de su máscara mortuoria. A partir de ahí han desgranado cómo podría haber sido en sus diferentes etapas vitales.

La Colegiata, con sus 18 ojos de buey, era la parroquia de los Borja, la familia de origen aragonés que migró a Gandia y, desde allí, extendió su poder al mundo. El edificio fue impulsado por otro personaje ilustre de la historia saforeña, María Enríquez de Luna, esposa de Juan Borja y abuela de San Francisco. Para ello trajo a artistas de la talla de Pere Compte, afamado por su labor en la Lonja de Valencia

La denominada Puerta de los Apóstoles, con la dignidad que transmiten las esculturas de San Pedro y San Pablo, o la imagen más antigua, la de la oración en el huerto, que data de 1807 (el incendio de 1936 devastó parte del templo y sus tesoros) se suman al interés que despiertan el rosetón de cuatro metros de diámetro o el interior neogótico.

-El paseo de las Germanías y el jardín de la Marquesa. El primero constituye el eje vertebrador de la ciudad. Atraviesa su casco urbano y se llena de paseantes hacia última hora de la tarde, sobre todo cuando el día alarga y el calor aprieta menos. En sus laterales, abiertos al tráfico, se observa la vida comercial de Gandia, y la gastronómica, con numerosos bares y restaurantes. Se puede contemplar sentado en alguno de sus bancos. Desemboca en el río urbano, el Serpis, y más en concreto en el puente peatonal que lo comunica con la otra orilla.

En sus aledaños se eleva la Casa de la Marquesa, reconvertida en centro cultural. Y tras ella, adentrándose en un silencioso espacio ajardinado, emerge su enorme terraza. Junto a un quiosco que ejerce de base se extienden numerosas mesas sobre las que se puede posar un vaso del típico granizado de limón, o cualquier otra bebida, para disfrutar de una animada conversación o de una relajante pausa en un entorno silencioso. Constituye uno de los lugares más singulares y apacibles de la localidad.

-Fira i Festes. Refleja el carácter cultural, festero y transversal de Gandia. Se trata de su principal certamen festivo, que se desarrolla, sobre todo, en cuatro plazas y en una calle, aunque se expande por toda la ciudad. Abarca más de 150 actividades, desde competiciones de pilota valenciana a conciertos, arte, feria de atracciones, exposición de alimentos tradicionales en el clásico ‘porrat’ o complicados malabarismos para ensamblar las torres humanas de la Muixeranga.

No obstante, su principal originalidad viene marcada por su inicio. Lo da un curioso personaje autóctono denominado Tío de la Porra. Su origen data del tramo final del siglo XIX, cuando un grupo de estudiantes se atavió con casacas napoleónicas de un teatro y, de esta guisa, volvió alborotador a su centro educativo. Desde entonces ha crecido. Ahora más de un centenar de personas se viste de ese modo, se arma de tambores y, en el caso de quien las guía, de una porra, y sacan al alumnado de los centros educativos para dar por iniciados los festejos.

No se quedan ahí, ya que a continuación se desplazan hasta el ayuntamiento para visitar al alcalde y, simbólicamente, dejarle sin mando en plaza hasta que terminen las fiestas. Este año las celebraciones se han desarrollado entre el 3 de octubre (día que el santoral recuerda a San Francisco de Borja) y el 6 de este mismo mes, cuando han concluido con la procesión en memoria del insigne patrón de la localidad.

-Fideuà y resto de gastronomía local. En este caso no nos referimos a un lugar, sino a cualquiera donde se puedan degustar los platos locales. El primero, que surgió como una iniciativa espontánea a la paella confeccionada a base de marisco, constituye la elaboración culinaria paradigmática de Gandia. De hecho, en su playa, en el Grao, se desarrolla cada año un concurso internacional.

Se confecciona con caldo de pescado y se corona con gambas o cigalas sobre una base de fideos. En los restaurantes de la playa se disfruta especialmente. Uno de los más afamados es Casa Jose. Su propietario, José Manuel Navarro, ha logrado el cuarto y tercer lugar, respectivamente, en las dos últimas ediciones del concurso de fideuà.

Otros productos clásicos de la comarca de la Safor y, por tanto, de su capital, son el figatell, o carne especiada con forma de hamburguesa pequeña, y la coca de dacsa o maíz, que recuerda a una minipizza pero más suave en la masa y sin hornear.

Y si nos vamos al dulce, uno de los clásicos es la Delicà de Gandia, con almendra, yema y azúcar y toques de naranja o pasa. Su denominación proviene de una leyenda, la que cuenta que una joven murió al caerle encima un pétalo de rosa. Lo que no aclaraba consistía en que no se trataba de la suave parte de una flor, sino de una porción desprendida del rosetón de la Colegiata que, según se ha expendido en el tiempo, podría alcanzar hasta los cien kilos de peso.

En este artículo destacamos cinco lugares, aunque cada uno podría dar pie a otros cinco y estos, a otros tantos, para ampliar progresivamente la lista que define Gandia, una ciudad que cuenta con la Semana Santa y las Fallas como fiestas de interés turístico nacional y que aspira a conseguir lo mismo con la Fira i Festes.


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