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miércoles, 15 de octubre de 2025

Quique Dacosta: detalles menos conocidos del chef de Dénia con tres estrellas Michelín

 


Ocultar el rostro de Dios. La denominación, que evoca películas de Indiana Jones, refleja el misterio del plato. Francesca Baccon, la directora de sala, lo sirve, junto a su equipo de ‘bailarinas de la gastronomía’, oculto por una servilleta plegada. Acto seguido ofrece al comensal la pista clave. Únicamente se puede degustar abriendo por completo el citado envoltorio, cubriéndose la cabeza con él y acercando el rostro a su base. Así llega el momento cumbre de placer, el de descubrir lo que atesora.

Ese plato, que cierra el 5º acto del menú Octavo del restaurante de Quique Dacosta reconocido con tres estrellas Michelín, podría constituir el epítome del reputado chef de Dénia. Más allá del personaje público, de su fama como cocinero innovador y emblema de su localidad, tiene un trasfondo que, de alguna manera, puede intuirse en su singular firma, con una Q enorme y una línea exagerada (o artística) que la rubrica.

O en el personal que lo rodea y que constituye la base de su tranquilidad, como la aludida Francesca Baccon, que identifica -al igual que hace Dacosta con la cocina como arte- “el servicio con un baile. Cada pequeño detalle, como una mirada o una sonrisa sincera, son el resultado de una coreografía estudiada y pensada que casi no se nota”. Sí que se percibe en sus gráciles movimientos, en concordancia con sus compañeras, en su servicio cronometrado al milímetro.

José Antonio Navarrete, su sumiller, forma parte igualmente de ese entorno en la sombra que envuelve al cocinero. Igual desmenuza hasta el mínimo matiz el agua “muy saciante” Chateldon que te analiza las características organolépticas del extraordinario Gran Enemigo, cimentado en la variedad Malbec. Todo ello lo adereza con detalles sobre su biografía polifacética o datos familiares que, transmitidos con una pasión desbordante, convierten la fase de la explicación enológica en una explosión emocional.

Estas y otras personas baluartes -como la jefa de cocina de El Poblet, la mexicana Carol Álvarez; o el director creativo y jefe de cocina, Juanfra Valiente, compañero inseparable de viajes de Dacosta- permiten al célebre chef de Dénia aligerar tensión. Alguien que ha gestado un grupo empresarial que ya aglutina 14 restaurantes, con el dianense como principal bastión de prestigio por su singularidad y catalogación de triple estrella, lo necesita.

En cualquier caso, esa tensión siempre existe. La principal fuente la recibe por una cuestión intrínseca, mental. “Mi gran preocupación consiste en cumplir con las expectativas de quien viene a comer a mi restaurante. Se trata de personas que en muchos casos han recorrido largas distancias con el propósito de disfrutar de lo que les ofrecemos y que vienen con una idea preconcebida que no puedo conocer. Yo no estoy en su mente; no obstante, intento que salgan contentas, con esas expectativas cumplidas”, explica.

Para ello uno de los recursos que utiliza se centra en la combinación de espacios y en la sorpresa. El menú de Quique Dacosta no se degusta sobre una mesa, sino que se observa y saborea en diferentes escenarios. Es itinerante. Comienza con una copa de Dom Pérignon o un vermut de la Marina en un sillón exterior, se traslada a la sala ambientada en la citada marca de champán francés acomodado en taburetes y se cierra en una plácida mesa interior.

Sin mantel

Al contemplar esta última la primera sorpresa la constituye el hecho de que no haya mantel. Un largo centro de mesa confeccionado por un artista de la vecina localidad de Jesús Pobre y sazonado de caracolas, conchas y otros vestigios marinos se yergue en su centro. Lo acompañan dos cuencos cubiertos hasta la mitad por agua sobre la que flotan pétalos de rosa. En apariencia, porque guarda una sorpresa. Solo una pista para no desvelarla, forma parte del ajuar de ‘la reina de Dénia’.

La vida de este mediático cocinero que destaca por su acicalada barba, sus gafas de llamativa montura negra -una imagen de marca que se ha expandido a su equipo- se extiende mucho más allá de sus restaurantes y sus elaboraciones gastronómicas.

Se cimenta en la capacidad del grupo profesional que lo rodea, en su promoción como principal abanderado de la mediterránea Dénia -donde comisaría el consolidado festival D*na- que le ha visto crecer y forjar su personalidad, o en su mirada persuasiva. Y, sobre todo, en ese cuidado de cada detalle, que certifica en la antes citada firma, exclusivamente con Montblanc, en la revista que entrega al inicio de su espectáculo gastronómico como carta y en la que tienen protagonismo propio -y no secundario ni ausencia- sus principales compañeros de trabajo, aquellos que suelen quedar en la penumbra tras otros cocineros.

Y esa alargada sombra, la de icono de la cocina y personaje público, no quiere que tape su estrecha vinculación con sus hijos. Orgulloso de la mayor, Noa, de la que valora su personalidad centrada a sus 18 años, intenta no perderse la evolución futbolística de su pequeño, Hugo, que sin todavía haber cumplido la década y media emerge entre los cadetes que despuntan en el Elche. Dentro de esa ilusión futbolera, el Quique padre le acompaña a los entrenamientos (cuatro a la semana) y a los partidos para consolidarse en la cima de su categoría.

Forman parte de ese cofre que guarda los tesoros que asientan la personalidad de Quqiue Dacosta. Como el que se descubre al colocarse la servilleta plegada sobre el plato denominado ‘Ocultar el rostro de Dios’ y asomarse a un mundo oculto, sorprendente, que embriaga por sus sabores y aromas.

 Puedes leer la crónica también en el digital Tragourmet pinchando este enlace

 

 

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