Más de siete kilómetros de playas, sabrosa gastronomía encabezada por su típica fideuà o emblemas patrimoniales del calibre del Palau Ducal o la Colegiata. Estos son algunos de los símbolos de Gandia más conocidos fuera de su territorio. No obstante, existe otro menos afamado que ha adquirido fuerza y tiene cada vez más predicamento entre los gandienses: el Tío de la Porra.
De hecho, este personaje, que se multiplica por decenas en
el inicio de las celebraciones locales, constituye uno de los principales motivos
por los que su clásica Fira i Festes aspira a tener la catalogación de Interés
Turístico Nacional, al igual que ya lo han conseguido sus Fallas (con el
singular museo que las explica) o su solemne Semana Santa.
El baile y el soniquete tamboreado que lo envuelven suponen, en la práctica, el ‘chupinazo’ de los festejos locales, que siempre orbitan alrededor de la fecha del santoral que recuerda a su personaje más ilustre, San Francisco de Borja, IV duque de Gandia, que se celebra el 3 de octubre. Este 2025 ha sido el día de apertura de la Fira i Festes, que han concluido el 6.
La tradición del Tío de la Porra se remonta al tramo final
del siglo XIX, cuando, según la leyenda popular, un grupo de estudiantes de
Escolapios entró en un teatro y se hizo con ropas de interpretación que
representaban a militares napoleónicos. Con ellas y a ritmo de tambor
retornaron a su centro educativo.
Esto ha ido derivando, con el tiempo, en la constitución de diversas bandas, cada cual tiene un tío de la porra que danza moviendo con pericia un bastón y marca el ritmo de sus compañeros, que tocan el tambor. Su misión se centra en el día de inicio de las fiestas.
Los diferentes grupos agitadores al son de la música se
dividen por casco urbano y playas y entran en los centros educativos. Se
adentran en cada clase y su presencia significa que, ipso facto, el día lectivo
ha terminado y que los estudiantes no volverán a las aulas hasta que no
finalicen las fiestas.
Los pequeños las esperan con nervios e ilusión. Entran
ataviados con su casaca napoleónica, una especie de mitra en la cabeza como si
de un obispo se tratara y una máscara compuesta por una enorme nariz y unas
gafas cuadrangulares de pasta negra. El estruendo que les acompaña anuncia
desde lejos su inconfundible presencia.
Y una vez han sacado a todos los niños a la calle (sus familias los recogen en la puerta de los centros) previo baile en el patio, se encamina el conjunto de bandas hacia el ayuntamiento local. Allí les espera en su despacho el primer edil (en este mandato, el socialista José Manuel Prieto). Lo hace complaciente para ceder, de manera simbólica, su vara de mando a quien lidere al nutrido grupo de músicos napoleónicos. Este año se ha tratado de Francisco Martínez.
Desde ese momento, y hasta que finalicen las celebraciones,
el mando local pasa, teóricamente, al Tío de la Porra (en la práctica solamente
se trata de un episodio iniciático de la fiesta). Después, todas las bandas se
concentran en la plaza Mayor para una gran actuación, aunque antes escuchan la
interpretación solitaria del grupo de la Fundación Espurna -dedicada a ofrecer
alternativas laborales a personas con discapacidad- y de la banda infantil, la
integrada por menores de las primeras fases educativas.
La Fira i Festes ya ha comenzado en la práctica. Desde ese
momento las alrededor de 150 actuaciones previstas en cinco grandes escenarios
-4 plazas (Mayor, del Prado, Escola Pía y Tirant) y un parque (Ausiàs March)-
se desarrollan sin cesar.
Conviven las más clásicas, como la feria de atracciones con su espigada noria y la del ‘porrat`, con sus puestos de alimentos tradicionales, con las religiosas, marcadas por la procesión en honor a San Francesc de Borja. O con las exhibiciones musicales nocturnas de Nil Moliner, Mojinos Escozíos y Camela, o con las exposiciones de arte, desde la dedicada a la prehistoria y el mar o la consagrada a la Semana Santa -que, por cierto, Gandia ejerció de anfitriona de un encuentro nacional de cofrades en los prolegómenos de los festejos-.
A todo ello se suman las actividades en la calle que
incluyen una competición de baile, payasos o las actuaciones de personajes como
Cartonutti o Don Bártulos. O el encuentro de ‘colles’ de Muixeranga para
completar sus torres humanas, actuaciones de ‘dolçainers i tabaleters, competiciones
deportivas de ‘pilota valenciana’ y un largo e imparable etcétera.
Lo hacen en un entorno radial con epicentro en su popular
paseo peatonal, el que se llena hacia final de la tarde de paseantes y
observadores, el de las Germanías. Lo hace muy cerca del edificio más
emblemático de la localidad, el Palau Ducal, donde nació San Francesc de Borja,
el personaje más importante y autóctono de la estirpe de los célebres Borgia,
de la que emergieron los papas Calixto III y Alejandro VI, o los tan
vituperados históricamente como poderosos en su tiempo Lucrecia y César Borgia.
Ese apellido lo luce como rótulo un céntrico hotel que se eleva a modo de
cómoda sede para que el visitante transite por los principales rincones de la
localidad.
Durante los días de Fira i Festes puede recorrerse las
estancias del Palau Ducal en una visita teatralizada con la degustación de
cuatro tapas en diferentes lugares del emblemático y céntrico edificio.
La población bulle, las calles y los restaurantes se
abarrotan en los festejos una vez el Tío de la Porra ha dado vía libre a su
disfrute. La ciudad baila y ríe. No obstante, para quien siga prefiriendo
tranquilidad y relajación siempre queda la parte costera, la que se separa
escasos kilómetros del cogollo urbano.
El aludido Grao permite tumbarse en la arena a sentir el
habitual sol fulgente en la capital de la Safor o sentarse a degustar una de
sus genuinas fideuàs, con fideo calibre 4 como el que ofrece Casa Jose,
habitual entre los primeros puestos del concurso internacional de este plato
que se celebra cada año en la playa de Gandia.
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