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sábado, 11 de octubre de 2025

Historias por LATAM (V)

 



 En las minas de Potosí

 Aunque el nombre evoque a ambiente festivo en Brasil, Copacabana también responde a la denominación de un municipio de Bolivia. Se sitúa en un extremo del lago Titicaca, cerca de la isla del Sol. Desde ahí, por una polvorienta frontera terrestre, crucé procedente de Perú. Lo hice en solitario, porque mientras yo había preferido trasladarme previamente a Tacna, en el linde peruano con Chile, tres días antes, mi compañero de viaje, aventuras y fatigas se me adelantó para pasar unos días en el salar de Uyuni.

Tras alojarme en una pensión de camino en una Copacaba de celebraciones carnavaleras esos días, proseguí hasta La Paz para tomar un autobús nocturno a Potosí, a donde llegué a primera hora de la mañana y emprendí mi senda para buscar alojamiento. Me quedé en una casa de aspecto solariego y señorial, cerca de las minas que otorgan fama secular a esta ciudad, cuyo nombre se vincula al oro transportado hasta España.

El principal reclamo lo ccnstituía el recorrido minero. Quedan poco más que vetas en su interior, sumido en la oscuridad y donde impacta la figura del Tío, una deidad subterránea muy venerada y a quien consideran propietaria de las minas. Los mineros, asolados por enfermedades propias de su oficio que socavan su vida prematuramente y asustados por el real riesgo diario de derrumbes, le entregan diferentes ofrendas.

La experiencia sorprende y entristece al mismo tiempo por las condiciones de vida de estos profesionales que intentan, cada día, hallar la veta que les cambie su existencia. Mientras, algunos recurren a bebidas como la chicha a modo de evasión.

Tras un par de días en la mitificada -por sus riquezas pretéritas que han legado la frase ‘vale más que un Potosí- ciudad boliviana retorné, en un confortable autobús, a La Paz, para hacer una excursión y contemplar los vestigios del imperio Tiwanaku, con su puerta del sol.

Ya en el cogollo de la elevada capital, sus calles bullían de actividad, con las figuras del limpiador de zapatos y del vendedor de refrescos extendidas por doquier. Allí había quedado con mi amigo José, un día, en un hotel. Sin móviles ni apenas internet más allá de cuando localizabas un cibercafé, la comunicación no resultaba sencilla. Nos encontramos sin más historia.

Con motivo del 25 aniversario del largo viaje que hice con mi amigo José Ramírez por Centroamérica, Perú y Bolivia voy a recopilar en mi blog algunas historias de aquella travesía. Por entonces todavía ese cuaderno de bitácora digital no existía y no podía, por tanto, trasladar allí estas anécdotas. Ahora puedo compensar con recuerdos, imágenes (como las de La Paz y su entorno) y transcripciones recopiladas

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