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miércoles, 1 de octubre de 2025

D*na: la fiesta gastronómica con barra frente al Mediterráneo

 Dénia, capital de la Marina Alta, comarca ubicada en el norte de la provincia de Alicante, rezuma mar Mediterráneo y gastronomía. Lo hace con un estilo propio, el de su casco urbano de edificios bajos y cromatismo elegante; o el de su sabroso arroz a banda (reconvertido en muchos casos al del ‘senyoret’, con su marisco pelado) y su deliciosa gama roja típica. Todo ello salpimentado siempre con la brisa marina y un clima más que benigno.

En este contexto creció el chef Quique Dacosta, se rehabilitó el castillo local o han ganado un prestigio culinario entornos como el de la céntrica calle Loreto o el frontal del puerto, con su atractiva lonja o su transitado club náutico.

Y en este mismo entorno ha cumplido ocho años el festival D*na, una denominación que representa las letras impares de Dénia y que, a la vez, alude a su adn alimentado de gastronomía cuidada y experimentada, de la mezcolanza de tradición e innovación. Este certamen, que lo comisaría en la faceta gastronómica el citado chef tres estrellas Michelín por su restaurante El Poblet, destaca por diversas facetas.

La primera y más visible resulta su ubicación, ya que se sitúa en un tramo de 700 metros del paseo marítimo, en la denominada Marineta, pegado a Les Rotes, donde resaltan restaurantes como El Faralló por, entre otras elocuencias culinarias, su pulpo seco al estilo local presentado sobre una ornamentación que recrea al popular octópodo.

Los algo más de 40 expositores que aglutinan a productores y restaurantes se sitúan a la derecha desde la entrada principal; a la izquierda, sobre la barandilla del paseo, se coloca una inmensa barra con asientos que permite degustar elaboraciones tan autóctonas como la coca de la Marina, el níspero de la cercana Callosa d’ En Sarriá o el figatell saforeño y dianense con un Carnot -bebida local que aglutina una treinta de hierbas- o una copa de la bodega de la cercana Teulada. Todo ello mientras la mirada reposa en la sosegada, habitualmente en esta costa, panorámica del Mediterráneo.

Otra singularidad consiste en que esa degustación se puede realizar a escasos metros del citado Quique Dacosta o de otros de los más afamados chefs de España, como Alberto Chicote (Omerraki), Jordi Roca (El Celler de Can Roca) o Marcos Morán (Casa Gerardo), por poner algunos ejemplos de una serie que supera la veintena de nombres del Olimpo patrio en esa faceta. Las peticiones de fotos los acompañan a cada paso corroborando, en este encuentro anual que los reúne, su creciente fama.

Sus talleres -y aquí va otra característica propia de D*na- se abarrotan en este certamen. Los espacios denominados Universo Liquido, Aqualia, Cocina o Escenario del Mar están repletos de expertos o aprendices en el arte culinario que quieren participar en una cata de vinos, comprender cómo pueden sacar el máximo provecho de la botánica, anotar trucos para mejorar en las salmueras y encurtidos o, simplemente, admirar durante unos minutos a sus idolatrados chefs mientras estos imparten una lección magistral.

Una cuarta peculiaridad se centra precisamente en su esencia, en aquello que ofrece. En, evidentemente, su gastronomía. Esta aúna desde artículos más internacionales -aunque confeccionados con esencia propia- como pizzas o arroces, hasta fideuà negra, o los antes mentados figatells -a primera vista recuerdan a un pequeña hamburguesa-, helados artesanales, las cada vez más demandas tartas de queso o las también aludidas cocas -minipizzas- de la Marina aderezadas con condimentos variados.

Que se haya cumplido el décimo aniversario de la catalogación de Dénia como ciudad creativa de la gastronomía por la Unesco no resulta un hecho baladí. Se palpa en cada plato y a cada paso por este recorrido marinero que, durante un fin de semana, el último de septiembre, congrega a unas 30.000 personas frente al Mediterráneo y ante una enorme barra repleta de exquisiteces que refrendan esa declaración internacional vinculada al culmen de lo gastro.

Esa panorámica se saborea desde dentro e incluso desde fuera, frente al festival, sobre las olas, en un catamarán de Mundo Marino con la ingesta de un catering del chef Massimo Arienti, del restaurante Toy, por ejemplo.

El experimento que comenzó como una iniciativa de su comisario gastronómico, Quique Dacosta, ha evolucionado hasta algo más que una consolidación. “Al principio tenía que convencer uno a uno a cada empresario para que expusiera en este festival; ahora la gente repite y se quiere incorporar nueva a la que no podemos dar espacio porque está lleno. Se cubre la demanda por orden de petición”, explica el comisario, orgulloso, aunque sin presión. “Con un equipo como el mío precisamente me la quito”, añade.

Su objetivo consistía en impulsar el nombre de Dénia vinculado a sus manjares autóctonos, ensalzarlo hasta esa categoría de arte de la gastronomía que siempre defiende. El hecho de celebrar a finales de septiembre este festival responde, además, a la intención de confirmar que disfrutar de una buena elaboración gastronómica y visitar esta agradable localidad mediterránea para alojarse en hoteles como Los Ángeles, en primera línea de playa, conjugan una experiencia que puede vivirse en cualquier estación del año y no únicamente en verano.

Empresarios, restauradores e instituciones públicas impulsan esta cita que concluyó con la puesta de sol del 28 de septiembre, al ritmo de actuación en directo, con un brindis de bebidas como Elixir de la vida -¡qué mejor rótulo para rubricar el momento!- frente al Mediterráneo.

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