"La Comunidad Valenciana es la autonomía donde, proporcionalmente, más se nota la crisis”, aducía hace escasos días un amigo en una conversación que manteníamos sobre la situación económica nacional. Él hablaba con la perspectiva de quien ha nacido y desarrollado su infancia en Castilla La Mancha, que ha estudiado en la Universitat de Valencia e iniciado su periplo laboral en territorio valenciano y que, hace más de una década, emigró a Aragón, comunidad en la que definitivamente parece instalado.
“Andalucía y Canarias –autonomías que lideran el paro en España- siempre han sufrido penurias. En cambio, la Comunidad Valenciana, a principios de este milenio, incluso era calificada como la California europea. Todo el mundo tenía trabajo y se movía mucho dinero”, reflexionaba mientras yo le recordaba la tasa del 25 por ciento de desempleo que soportamos en la actualidad.
Él la comparaba con la aragonesa, que ronda el 15 por ciento, hasta diez puntos menos. También enumeró otra serie de factores que, desde luego, refrendan la devastación económica que sufrimos los valencianos. “La gasolina cuesto diez céntimos menos por litro en Huesca que en Valencia; además, pagamos seis puntos menos de IRPF”, señalaba tras explicar que su hijo está inscrito en una guardería pública –en este caso de Diputación- por cien euros al mes, comida incluida. El Ayuntamiento de la ciudad del Miguelete, para que el lector perciba la magnitud desoladora de la comparación, cobra 220 euros al mes en las escasas guarderías que pone a disposición de sus ciudadanos.
Un imputado (y parece poco)
“Y en todo Aragón tan solo contamos con un político imputado por corrupción”, concluía su desmoralizadora –para sus interlocutores valencianos- enumeración. No trataba de presumir de autonomía. Al fin y al cabo él reside por avatares de la vida en Huesca aunque se siente muy vinculado a la comarca valenciana de la Safor, donde veranea desde hace décadas.