Después de un paseo matutino circunvalando Évora y bordeando sus murallas, nos desplazamos en dirección a Lisboa, aunque no para llegar a la capital portuguesa. Nos pararemos 30 kilómetros antes, en Setúbal, ciudad portuaria con alrededor de 130.000 habitantes. Discurre casi todo el trayecto por autovía. Ocho euros cuesta utilizar el tramo entre Évora y Setúbal.
Llegamos sobre las 12 horas, por lo que nos resulta bastante complicado
encontrar aparcamiento céntrico. No vemos subterráneos y las zonas azules están
cotizadas. Al final, con pago a gorrilla incluido, lo dejamos en la céntrica
avenida Luisa Todi, que atraviesa la ciudad a lo ancho, en paralelo a la
costa.
También nos cuesta hallar una oficina de turismo y, mientras andamos, nos
topamos con el típico trenecito que te pasea por los puntos urbanos más
interesantes. Nos subimos y durante parte del trayecto nos hace una visita
particular, ya que no hay más pasajeros. Te cobran seis euros el viaje, y siete
el día completo para subir y bajar a tu antojo en alguna de sus diez paradas.
No funcionan los audífonos, con lo que se nos queda la visita incompleta. Sí
que nos sirve para percatarnos de que los encantos, como mínimo en el recorrido
del trenecito, no abundan.
Vamos a lo largo por la avenida Todi y, desde ella, empalmamos con la de
José Mouriño, en honor el polémico entrenador de fútbol originario de Setúbal.
Esta última vía urbana sí que discurre en paralelo a la bahía, que tiene la
curiosa capacidad de juntar el río Sado y el océano Atlántico.