El Gobierno valenciano ha sacado las tijeras del recorte
presupuestario a pasear. Lo ha hecho incidiendo con especial contundencia en el
denominado Capítulo 1, el que afecta al personal. Sin escrúpulos y, por lo que
parece mirándolo desde la perspectiva de septiembre de 2011, sin demasiada
planificación.
Total, que ha recortado los salarios del personal interino o
descontándole horas (y, de manera paralela, sueldo) de su jornada laboral o
eliminando de cuajo el pago de sus vacaciones, como ha decretado en Educación.
Al conjunto de empleados de Sanidad les ha reducido hasta un 20 por ciento sus
emolumentos al reducir a la mitad el complemento de carrera profesional. Estas,
entre otras medidas depauperantes.
Sin admitir errores
El conseller Vela repasa los recortes en la mesa general |
La justificación a tanto recorte no se ha basado en admitir
errores pasados. Ni en reconocer despilfarros mientras los valencianos andamos
inmersos en una maraña informativa de juicios que abarcan desde los trajes de
Camps, al derroche compartido y notorio en la empresa pública Emarsa o a los
presuntos cobros de Urdangarín.
Los dos argumentos esgrimidos por el Consell de Fabra para
cimentar sus recortes y subidas de impuestos han consistido en culpar a la
escasa aceptación por parte de los mercados (esa nebulosa que domina nuestros
destinos) de los bonos emitidos y a la financiación estatal incompleta, que no
ha tenido en cuenta el crecimiento de población valenciana.
Pequeño sacrificio político
Después de limitarse, sin sonrojo alguno, a esas dos
justificaciones, nuestros políticos regionales han anunciado un pequeño
sacrificio por su parte. Para que todos comprendamos que se solidarizan con los
recortes que ellos aplican a su libre albedrío, están dispuestos a renunciar a
un porcentaje de su salario si no aciertan con el pronóstico de déficit de la
Generalitat y les sube algún punto por encima de lo previsto.
Así lo anunció el nuevo conseller portavoz, José Císcar,
para, acto seguido y también sin el más mínimo apuro, explicar que ese
porcentaje puede ser del uno o dos por ciento. Por tanto, perderían ese mismo
tanto por ciento de su salario. Migajas comparado con el 20 por ciento del
personal sanitario.
Precipicio
Los responsables de la gestión pública están empujando hacia
un precipicio a los ciudadanos. Cada día nos martillean con algún nuevo
impuesto o recorte para jolgorio del Financial Times o de los burócratas
alemanes. No obstante, todavía –y la paciencia se agota- esperamos esa ristra
de medidas tan cacareadas para crear empleo.
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