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miércoles, 21 de agosto de 2024

Finlandia: de Helsinki a la región de los mil lagos (III)

Hoy optamos por dos con iglesias de renombre. La primera, la de Petajavesi, Patrimonio de la Humanidad. No está abierta -el jardinero nos dice que lo hace en junio y julio- y solamente nos es posible contornearla para apreciar su estructura construida a base de madera de pino y con forma de cruz griega. Otra jardinera riega con mimo el césped del cementerio ubicado en su entorno.

La segunda iglesia es la de Keuruu, localidad de casi 10.000 habitantes – cifra nada desdeñable para el entorno-, que atesora el templo de madera más antiguo del país. También lo rodeamos, paseamos junto a su acicalado cementerio y damos un paseo por esta población, cuyo mayor encanto, además del templo, lo constituye un par de casas de madera de estilo señorial. En una de ellas ofrecen un elegante servicio de restauración.

La tarde la dedicamos a buscar una playa o un espacio similar en el lago Paijanne, junto al que estamos. No resulta nada fácil. Hay escaleras para entrar en el agua desde tramos de madera que parten de cabañas, pero espacios más públicos y amplios no encontramos.

En esa búsqueda nos topamos con una especie de campamento de saunas. Lo configuran más de una veintena de cabañas de madera. No vemos un alma. Todas están cerradas, con su leña preparada pero sin uso. Y pegadas al lago para darse un remojón después del calor que impregna a quienes las utilice cuando estén en funcionamiento.

El tercer día en el entorno de Himos lo destinaremos a Jyvaskyla, la ciudad que vio crecer al reputado arquitecto Alvar Aalto. No obstante, antes, como ejercicio matutino, practico el ascenso a la cima de reseca estación de esquí que daba vida a toda la zona. En verano, simplemente sobrevive bajo mínimos.

Después del desayuno nos trasladamos a Jamsa, que los miércoles acoge un mercadillo ambulante con tres puestos en agosto. Compramos las clásicas vainas de guisantes que tanto gustan en este país y las frambuesas que proliferan como fruta estival.

Así emprendemos los aproximadamente 55 kilómetros que nos separan de Jyvaskyla por autovía y carretera. Llegamos a una ciudad costera lacustre, con su puerto y sus restaurantes asomando a las aguas y con un extenso campus universitario rodeado de bosque.

Subimos al gran mirador en el que se otea la urbe desde la colina de su parte superior y comemos posteriormente en el restaurante que tiene en el segundo piso. Cuesta encontrar oferta culinaria que salga de las repetidas hamburguesas, salchichas y pizzas. Esta vez podemos sumar ensaladas.

La ciudad de Alvar Aalto

Bajamos con el fin de trasladarnos hasta el museo del insigne Alvar Aalto, cuyo estilo arquitectónico y obras marcan la estética de Jyvaskyla. Aunque su primer maestro no le predijo futuro como arquitecto, supo vencer esas reticencias y convertirse en uno de los más famosos, a nivel internacional, del siglo XX.

Paseamos por el centro peatonal y comercial y enfilamos el puente cerrado, espigado y casi claustrofóbico, con el calor del verano y su efecto invernadero, que supera las vías férreas y lleva hasta el puerto. La ciudad da para un paseo guiado por el legado de Aalto, y para atisbar el bullir de la vida universitaria y sentarse a contemplar el lago. Hecho todo ello retornamos a nuestra cabaña en Jamsa para sesión de lectura, deporte y sauna, con cena intercalada.

Con la cercanía inmediata del extenso lago Paijanne una de las actividades más habituales consiste en navegar con canoa. Nos apuntamos y nos deslizamos por sus calmas aguas. Pagas, te dan salvavidas y remos, te indican dónde se hallan las canoas y tú ya haces el resto.

Navegamos con el calor que hace estos días de agosto que, sin ser sofocante, calienta y permite vestir tranquilamente en manga corta. Nos detenemos un par de veces en embarcaderos y completamos un recorrido de dos horas y media entre ida y regreso.

Por la tarde, actuación musical en directo en el salón del complejo, con llamativa decoración que replica las construcciones de madera del mitificado salvaje oeste de Estados Unidos de América.

Y broche del día con 20 minutos de sauna (una práctica que rápidamente hemos convertido en tradición en este viaje al tenerla en la propia cabaña) y estreno de jacuzzi interior. Te ofrecen otro exterior para bañarte a la luz de la noche (que ahora abunda y la oscuridad dura poco) previo pago. Con el interior nos conformamos.


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