Día 4 y tercero de camino. Estamos en la localidad de Pajares, famosa por su temible puerto de Montaña. Acaba de pasar la furgoneta de venta de pan y bollería. Para, después de pitar un par de veces, en la plaza en la que estamos sentados y empiezan a salir mujeres de las viviendas para comprar. Nos explican que el panadero acude por las tardes entre semana, que el frutero lo hace un par de días y que el carnicero, una. No existen comercios en este municipio ni en otros vecinos, por lo que la venta se hace de manera itinerante.
Eso ya es por la tarde, en el banco pegado a la casa de unas lugareñas de amable conversación. Antes, hemos superado un recorrido más corto de lo habitual (14 kilómetros), aunque también bastante exigente.
Nos hemos detenido en la cafetería del antiguo parador,
desde donde hemos oteado una preciosa panorámica, en pleno puerto de Pajares. Y
hemos descendido entre hayedos y piedras resbaladizas.
En nuestro alojamiento nos han sacado un menú -no lo eliges y es el único bar en Pajares- abundante, que ha comenzado por un enorme cuenco de lentejas y arroz y ha seguido con una bandeja de pollo con pimiento.
Y por la tarde, tertulia con lugareñas sobre la despoblación, la falta de niños o la casa donde creció el erudito Ramón Menéndez Pidal. Durante este tramo, poco antes del puerto de Pajares, visitamos la recogida colegiata de Santa María de Arbás.
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