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miércoles, 20 de marzo de 2013

El alcalde de La Pobla de Farnals


El alcalde de La  Pobla de Farnals, José Manuel Peralta, ha dado un paso más en su ya conocida intransigencia ante cualquier crítica o postura opuesta ante la suya expresada públicamente. En este caso, con el beneplácito de una junta de gobierno totalmente rendida a su servicio, ha aprobado utilizar todos los recursos necesarios para defenderse de cualquier manifestación o denuncia realizada contra la alcaldía o su equipo. Es decir, que demandará a quien lance críticas en público contra su gestión. Y lo hará con dinero de La Pobla de Farnals.

Patético. De todos los que trabajan en su entorno es de sobra conocido que Peralta a duras penas  admite reproches. Ni tan siquiera sugerencias. Tanto que, cuando ganó por primera vez las elecciones locales, en 2007 y se aupó al sillón presidencial, no tuvo reparo alguno en imponerse un desorbitado sueldo que rondaba los 90.000 euros. Ni caso al malestar patente de algunos compañeros.
José Manuel Peralta. Imagen publicada
en la web oficial de su municipio

Tampoco le sirvió que dos de sus propios concejales decidieran pactar una moción de censura con el PSPV para destronarle y que lo enviaran directamente a la oposición. En 2011 volvió, pletórico,  con otra mayoría absoluta. Y otra vez a manejar a su antojo el Consistorio. Chapado en una mentalidad desfasada, parece considerar que ejercer de alcalde equivale a gobernar como amo y señor su municipio.

Los tiempos han cambiado. Un cargo institucional, máxime en la dramática situación actual, ha de ser y mostrar un carácter de servidor público. Más claro, quien ocupa un cargo no lo hace para decidir a su antojo, durante un mandato, cómo distribuye las dependencias de un ayuntamiento, que planes urbanísticos aplica siguiendo unos intereses arbitrarios o a qué destina el erario colectivo.

Al contrario, el ciudadano deposita en ese político una confianza efímera, le cede la gestión de unos bienes comunes. Después, transcurridos cuatro años, valorará su eficacia en las urnas. De analizar su honradez ya se encargará, si existe la mínima denuncia de duda, el tribunal competente. Tanto Peralta como cualquier otro dirigente local han de tener claro que no son plenipotenciarios y que, tarde o temprano, alguien les exigirá responsabilidades. Torres mucho más altas han caído. Y, si no lo creen, que recuerden quién presidía la Generalitat en 2010 y dónde está ahora.

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