Cuando paseas por Caspe en dirección al famoso castillo del
Compromiso, o a la Parroquia de Santa María Mayor del Pilar, que custodia las
porciones que convierten a la localidad en la cuarta en tamaño de custodia del
Lignum Crucis, te sorprende la elevada población extranjera con la que te
topas.
La comarca Bajo Aragón-Caspe despunta como la que más
foráneos tiene como residentes: uno de cada cinco. Y su capital, la ciudad
caspolina, hace honor a ese liderazgo, con casi 2.000 extranjeros, la inmensa
mayoría de países musulmanes. Los atuendos, los gestos, la vida en la calle,
reflejan esta circunstancia en una localidad que resaltó en el siglo XV por el
acuerdo o compromiso que alcanzaron tres reinos cristianos.
De aquello han pasado más de seis siglos y queda, sobre
todo, el legado y un trozo de muro del castillo que acogió el Compromiso de
Caspe, ante la crisis producida al morir sin sucesor el rey Martín I de Aragón.
Las diferentes delegaciones, entre las que se hallaba, por la valenciana, un
monje dominico que acabaría siendo santo y patrono de Valencia, Vicente Ferrer,
lograron un consenso histórico que entregó la corona a Fernando de Antequera.
Lo que habitualmente se resolvía con sangrientas batallas en Caspe se rubricó
con palabras de acuerdo.