Hoy optamos por dos con iglesias de renombre. La primera, la de Petajavesi, Patrimonio de la Humanidad. No está abierta -el jardinero nos dice que lo hace en junio y julio- y solamente nos es posible contornearla para apreciar su estructura construida a base de madera de pino y con forma de cruz griega. Otra jardinera riega con mimo el césped del cementerio ubicado en su entorno.
La segunda iglesia es la de Keuruu, localidad de casi 10.000 habitantes – cifra nada desdeñable para el entorno-, que atesora el templo de madera más antiguo del país. También lo rodeamos, paseamos junto a su acicalado cementerio y damos un paseo por esta población, cuyo mayor encanto, además del templo, lo constituye un par de casas de madera de estilo señorial. En una de ellas ofrecen un elegante servicio de restauración.
La tarde la dedicamos a buscar una playa o un espacio similar en el lago Paijanne, junto al que estamos. No resulta nada fácil. Hay escaleras para entrar en el agua desde tramos de madera que parten de cabañas, pero espacios más públicos y amplios no encontramos.