Después de emplear parte de la tarde en estos menesteres ociosos, volvemos a subir al coche y nos dirigimos a la bella población de La Orotava, que emerge sobre el valle del mismo nombre. De ella destacan sus casonas señoriales, sobre todo la conocida popularmente como De los Balcones, con sus tres líneas de ventanales: los más bajos con estilo de guillotina, y los cinco medianos y el corrido de arriba sobre la base de madera. Espectacular la fachada de la oficialmente denominada Casa Fonseca. También es un museo, pero las horas ya tardías conllevan que esté cerrado.
Paseando entre subidas y bajadas y contemplando las
numerosas casas señoriales llegamos a los espectaculares Jardines del
Marquesado, con su cripta, sus espacios privados construidos con ramas, su
croar de ranas y un sinfín de detalles que comportan una visita diurna más
pausada para disfrutarlos. Nos quedamos con las sensaciones.
De noche ya, vamos a cenar a un guachinche, nombre que
recibe la típica cantina canaria con buena comida y precio reducido. Elegimos
Los Gómez, en una cuesta en las afueras. No tenemos mucha hambre, aunque pese a
ello nos atrevemos con un plato de ropa vieja, con su carne mechada, patatas y
garbanzos.
Todavía percibimos en nuestro estómago el almogrote y el
gofio degustados este mediodía. Un poco de vino tinto tinerfeño de la casa
completa el menú antes de volver al hotel para concluir el día delante del
ordenador, escribiendo estas líneas, en el balcón de unos 50 metros cuadrados
-no exagero- sintiendo en el rostro la deliciosa caricia de la brisa marina.