Enrique Crespo, el que parecía sempiterno alcalde de Manises
y diputado provincial, ha tenido que renunciar a ambos cargos cuando su actual
mandato no había cumplido ni su primer año. De poco le ha servido la mano de
hierro con la que gobernaba cuando el escándalo Emarsa, con los gastos
desorbitados en caprichos pagados a costa de la empresa depuradora, ha
arreciado.
Como antecesores políticos imputados, ha soltado la manida
frase de que arde en deseos de declarar para clarificar todo. Si tantas ganas
tiene podría contárnoslo a los ciudadanos, que al fin y al cabo sería
–hipotéticamente- nuestro dinero el que habría derrochado y quienes le
otorgamos la posibilidad de gobernar.
Chufa
En fin, no quiero extenderme más sobre esta cuestión de
rabiosa actualidad porque acapararía toda la columna que están leyendo. No,
prefiero centrarme en quien de verdad pretendo que la protagonice, en una
persona que deja un valiosísimo legado de defensa de un producto tan autóctono
como la chufa. Me refiero al difunto Miquel Muñoz Traver, uno de los más
distinguidos y destacados presidentes que ha dirigido el Consejo Regulador de
la Denominación de Origen Chufa de Valencia.
Este agricultor del municipio de Bonrepós adoraba el
producto que cultivaba. Y lo conocía profundamente. Disfruté de la oportunidad
de entrevistarlo en repetidas ocasiones y para diversos medios de comunicación en
su condición de presidente de la DO. Siempre me dedicaba todo el tiempo que le
pidiera para, con amabilidad y pasión, explicarme su defensa de la producción
valenciana y su crítica a quienes importaban este tubérculo de algunos países
del norte de África con el fin de saturar el mercado provincial o para tratar
de que pasara desapercibido mezclado con la elaboración local.
Daniel el horchatero
Miquel Muñoz formaba parte de la etapa gloriosa de la chufa
y, sobre todo, de su producto por excelencia, la horchata. Él y otro
conciudadano fallecido y enormemente querido, Daniel Tortajada, apodado
l´Orxater, contribuyeron decisivamente al auge de las horchaterías, al apogeo
de los años noventa en los que una docena de negocios de este ramo se
arracimaban en apenas dos calles de Alboraya.
Tanto uno como el otro sentían la materia prima de su
trabajo como algo consustancial a ellos mismos y como una parte de su carácter
valenciano. Por ese motivo defendían chufa y horchata, horchata y chufa, como
si de vástagos propios se tratara. Con fervor y un amor incondicional.
Descansen en paz los dos.
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