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| 20 minutos CV. (03-07-2013). Pág. 2 |
Valencia se ha licenciado como ciudad turística. Extranjeros o
nacionales de otras comunidades abarrotan, mapa en mano, las principales
arterias viales del centro urbano. La peatonalización de calles estratégicas
como las aledañas a la iglesia de Santa Catalina o de la plaza del Arzobispado
favorecen el tránsito. Falta ampliar el espacio para viandantes en Tossal o
calle Caballeros.
Los hosteleros locales han contribuido a la cálida acogida a los
turistas recreando cómodas terrazas en la plaza de la Virgen y periferia, calle
La Paz e inmediaciones del Mercado Central, otro punto clave y embelesador para
cualquier visitante. Los restaurantes de pinchos de San Vicente y María
Cristina han completado la oferta.
Todos dan vida y decorado al principal encanto: el trasiego por
monumentos como la Catedral, la Basílica o la Lonja que, por cierto, el pasado
sábado permanecía cerrada a las 12 del mediodía pese a que debía -según el
rótulo de horarios- estar abierta desde las diez. Atentos a esos fallos que
enturbian el glamour que va adquiriendo Valencia.
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