Aterrizamos en Doha, la capital y metrópoli de Qatar, a las 5,15 de la mañana, con 22 grados. Antes hemos hecho dos vuelos con Turkish Airlines Valencia-Estambul y Estambul-Doha, con una corta escala entre ambos, de esas que te hace dudar de si cogerás el siguiente avión, sobre todo cuando el primero ha salido con una hora de retraso. Cada vez me gustan menos los retrasos y la atención muy mejorable al cliente de la compañía turca.
En el aeropuerto internacional de Doha todo fluye con
rapidez, tanto recogida de maletas como revisión de pasaporte. Siempre hay
algún operario que te indica hacia dónde ir sin que te haga falta ni
preguntarlo. Lo mismo sucede con la cola para recurrir al taxi, muy bien
organizada y dirigida.
En unos 25 minutos, y por alrededor de 16 euros, nos
plantamos en el alojamiento con la familia Roda, que nos cuida de maravilla.
Cansados de la noche en vela, reposamos un largo rato, con el día ya más que
amanecido.