20 minutos. Pág. 2 (19-12-2012) |
Una peluquera que confecciona brazaletes,
un agricultor que reparte sus naranjas a domicilio en lotes de cinco kilos, un
ex político que ahora se gana la vida paseando perros, un empresario reinventado
como recogedor de basura ajena –también casa por casa- a cambio de una cuota
mensual.
El etcétera de conciudadanos que estrujan
su ingenio para obtener gotas de talento en forma de sobresueldo o reciclaje
laboral resulta enorme. La coyuntura ha convertido negocios boyantes hace una
década en locales que sobreviven a base de estirar su oferta. También ha
transformado a acomodados asalariados del pasado en actuales emprendedores por
necesidad y con proyectos de los más variopintos.
Si el reflexivo poeta latino Horacio
resucitara, aunque fuera para pervivir una hora, y paseara por Valencia, quizás
encontrara todavía más vigencia si cabe a su atinada sentencia: “en la adversa
fortuna suele descubrirse el genio; en la prosperidad, se oculta”.
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