Jubilados políticos (ABC)

Jubilado y acérrimo de su partido. Tanto que está dispuesto a dedicarle gran parte de la energía y del tiempo libre de que dispone. Así podríamos resumir el perfil del militante de base que consigue que las sedes locales mantengan un horario estable de apertura, que introducen miles de papeletas en sobres, que venden lotería o que realizan incontables tareas en la sombra para que el candidato de su partido gane. Sin ellos no lo lograría.

En Xirivella los afiliados del PP los conocen como ´El equipo de oro´. Compuesto por cinco varones septuagenarios, su principal distracción consiste en acicalar la sede. Sus homólogas femeninas se ocupan de la intendencia alimenticia. Con deliciosos bocadillos de pisto y morcilla incluidos.

En Aldaia, el tridente de veteranos que sostiene a la alcaldesa, Carmen Jávega, lo conforman Pilar Taberner (con la misión asumida de abrir la sede a diario y de gestionar la venta de lotería), Alberto Santamaría (tesorero de la ejecutiva) y Paco Folgado (asistente y ´mantenedor´perpetuo de todos los actos). En Mislata el nuevo presidente del PP, Jaume Bronchud, ha incorporado a la dirección de su formación al octogenario José Luis Blancas, que, cada día, de lunes a viernes, abre y cierra el local popular.
Los socialistas de Silla siguen echando de menos al entrañable tío Ramón, pensionista siempre presto a colaborar incondicionalmente en aquello que fuera menestar. Falleció hace año y medio. En Canals el destino, o, mejor dicho, la dirección autonómica de su partido, castigó con acritud al jubilado impenitente de turno. Bajo el ominoso mandato de Jorge Alarte, el PSPV configuró una gestora que obligó a devolver la llave de la sede a este hombre. Él no solo la abría cada día, sino que permanecía en ella impertérrito periódico en manos.

Todo partido con un mínimo de infraestructura puede enumerar cientos de nombres de ancianos animosos que, a diario, insuflan las dosis de trabajo y ánimo necesarias para que cada agrupación o ejecutiva local se sostenga. Sin ellos, sin el cimiento que suponen, posiblemente la mayoría de alcaldes no hubiera llegado nunca a levantar su vara de mando.

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