Esta escapada va de relajación y de visitas concentradas en
el término municipal mallorquín de Capdepera, en el extremo este de la isla, y
sus alrededores. No obstante, cuando las temperaturas incitan a acercarse al
mar y a remojarse, la belleza de las calas de la isla deja por detrás el resto
de sus encantos. Así ocurre, por muy injusto que resulte.
Camino a Cala Rajada |
Y de este modo sucedió en estos estertores tardíos del verano en pleno otoño debido al tiempo estival fuera de temporada del que hemos disfrutado. En cualquier caso, el viaje dio para todo un poco. Por ejemplo, para andar junto a la orilla entre Sa Font de sa Cala y Cala Rajada, dos de los espacios más emblemáticos de este extenso municipio.
Se trata de caminar unos diez minutos por la carretera
principal hacia Capdepera, y una vez se llega hasta el desvío hacia Cala
Rajada, enfilarlo. Desde ahí, ya junto a la costa, se discurre por una agradable
senda marinera por Punta des Carregador, Cala Pedruscada y se aparece en Son
Moll. Desde ese lugar el paseo marítimo conduce ya hasta la bulliciosa Cala
Rajada. Son unos 45 minutos de tránsito agradable con cierta emoción porque no
tiene excesivas señales y hay que bajar por una misteriosa escalera en la
citada Punta des Carregador.
Si descontamos las playas, el objetivo turístico estrella y
principal atractivo monumental lo constituye la fortaleza triangular de
Capdepedera, con su torre cuadrangular que data de la dominación musulmana y
que sirvió de hito para construir la fortificación cristiana.