Ibiza fuera de temporada da para disfrutar de playas con
escaso tránsito de gente, agroturismo sin esquivar vehículos en carreteras
estrechas y para tomarte con calma retrasos como el de dos horas de reloj de nuestro
vuelo desde Valencia que nos hizo aterrizar a las 23,30. Esto, de rebote, nos
obligó a pagar 40 euros más a la empresa de alquiler de coches Centauro, ya que
su oficina aeroportuaria cierra a las 23 horas y te esperan si avisas y abonas
ese extra.
Como estamos en isla del flow, o de fluir sin
preocupaciones y centrados en la vivencia, nos lo tomamos con calma. Subimos al
Hyundai asignado que, por cierto, se enciende girando la llave del interruptor
y apretando a la vez embrague y freno, y recorremos los alrededor de 30
kilómetros que nos separan de nuestra casa de agroturismo, Can Pere Sord, en el
término de Sant Joan de Labritja.
|
Torre de Portitxol |
Cansados por los retrasos y sumidos en la oscuridad de la
noche, no estamos para captar las dimensiones del lugar. Suele ocurrir en las
engañosas llegadas nocturnas. Mañana será otro día. Y lo es porque despertamos
al son de las gallinas del corral de la casa.
El paseo matutino no puede faltar. Recorro el kilómetro
desde la granja hasta la carretera principal, atravieso esta última, paso junto
a un supermercado y enfilo hacia la playa Benirrás. Cientos de metros después,
del cielo encapotado empiezan a caer algunas gotas. La situación no parece que
vaya a mejorar, así que decido volver y sufrir el chaparrón que cae ya
enfilando el alojamiento.
Desayuno con morcilla y sobrasada caseras, además de con
unas deliciosas peras y manzanas de tamaño mini. Vamos sin prisas, a lo que
surja. No obstante, no se puede viajar a Ibiza sin pasear por alguno de sus
mercadillos hippies (o jipis, si nos atenemos a la traducción literal al
castellano), por lo que nos vamos al clásico de las Dalias, en Sant Carles.